Mi primer viaje a Alemania fue en agosto de 2005. Iba a representar a Colombia, junto con otros jóvenes, en la XX Jornada Mundial de la Juventud que se llevó a cabo en Colonia. En ese evento el mundo católico le daría oficialmente la bienvenida al nuevo Papa Benedicto XVI, nacido en esas mismas tierras.
Llegué a Europa un mes antes de las elecciones de septiembre y recuerdo que el ambiente era puramente electoral. Había publicidad política por todas partes. Colonia, Aquisgrán, Düsseldorf, Dortmund, fueron ciudades que recorrimos al principio de nuestro periplo y en todas se veía cómo las elecciones eran el gran tema. El entonces canciller Gerhard Schröder del socialista partido SPD, la centro izquierda alemana, parecía no pasarla bien con las encuestas que daban como favorita a la CDU, cuya líder era una mujer: Angela Merkel.
Esta enigmática mujer, física de profesión, divorciada y vuelta a casar, había entrado a la política parlamentaria a principios de los 90 y luego había ocupado 2 ministerios para el gobierno del Canciller Helmut Köhl, aún más conservador que ella, era su “consentida”. En ella la CDU veía la continuidad de un gobierno que luego sería arruinado por escándalos de corrupción, lo que permitirá al SPD hacerse de nuevo con el poder por medio de Schröder.
Esos mismos escándalos la llevarían a alejarse de su mentor, de su padrino, la llevarían a exigir justicia. Lo que para algunos fue una traición descarada, la opinión pública la tradujo en admiración, apoyo y votos. Así, en septiembre de 2005, por un pequeño margen, Merkel ingresó a las grandes ligas de la política mundial al iniciar conversaciones para conformar gobierno y lograrlo.
Mis siguientes viajes a ese país que quiero y admiro profundamente se dieron todos bajo el liderazgo de Merkel. Mujer de vida austera, nada tentada por la moda, de gestos parcos, de mirada triste pero enormes capacidades. Nadie llegó a imaginar, en ese entonces, que esa mujer sería la responsable de unir, fortalecer y posicionar a la Unión Europea, de convertirla en un verdadero Leviatán de la geopolítica y la economía.
Merkel, de andar cansino, pocas sonrisas y luterana por convicción, logró obtener 226 escaños en el Bundestag (Parlamento alemán) y pudo construir una coalición con los socialistas para apoyarla en el empeño de gobernar a los teutones. Primera mujer en ocupar la Cancillería y segunda mujer europea, después de la también conservadora Margaret Thatcher, en ser amada y temida por muchos.
El 4 de julio de 2008, durante unas vacaciones veraniegas en Berlín, caminaba con mi hermana por la Puerta de Brandenburgo y sorpresivamente vimos como la Polizei (Policía alemana) empezaba a cerrar los ingresos a la plaza. Mi hermana me dijo: “¡Vamos que están cerrando porque viene la Merkel!”, a lo que yo le contesté: “¡Ni de fundas, esto no me lo pierdo, amo a esta mujer!”.
Momentos después vimos cómo, de las puertas del Hotel Adlon, salían caminando Angela Merkel y George W. Bush, expresidente de Estados Unidos, republicano, otro conservador. Se dirigían a una tarima que armaron rápidamente para inaugurar las obras de la Embajada Estadounidense cuya sede está en ese mismo lugar. “Bocatto di Cardinale”, me dije a mí mismo. De aquí no me muevo.
En un discurso de poco menos de 10 minutos, que fue traducido al inglés y retransmitido en vivo por una pantalla gigante apostada en un extremo de la plaza, oímos como Merkel, a nombre del pueblo alemán, agradeció a Bush por los ingentes esfuerzos y enormes aportes de los Estados Unidos para reconstruir a Alemania luego de Hitler. Y no era para menos. Nunca en la historia de la humanidad un país invirtió tanto dinero en otro, nunca. La reconstrucción de Alemania costó miles de millones de dólares que los americanos destinaron, de paso, para mejorar su posición en Europa.
Esta gran mujer a quien le dedico esta columna merece todo el reconocimiento de esta generación y de las futuras. Ella ha demostrado que los conservadores tenemos nuestro corazoncito, que también nos preocupamos por el bienestar de la población y que no solo nos asiste el interés de ahorrar para que luego los liberales y socialistas dejen la olla raspada. Ella le demostró al mundo que un gobierno conservador tiende la mano al migrante e invierte para reducir la deuda de su vecino. Sin duda la extrañaremos. Fue un gusto conocerla.
Auf Wiedersehen Merkel…