Por José Atuesta Mindiola
Hay personas que por sus acciones en beneficio de la cultura o el progreso económico y social de una comunidad se convierten en personajes con méritos suficientes para merecer un sitio honor en la historia de la región; pero para que no se borren sus nombres de la memoria de los pueblos es necesario el desarrollo de dinámicas educativas que ilustren de manera permanente a las nuevas generaciones en el conocimiento de la historia local.
La implementación de esta temática es preciso anexarla a las áreas de ciencias sociales, humanidades y educación artística. En Valledupar, por ejemplo, al filósofo Rafael Carrillo se le puede estudiar en el programa de filosofía, su obra “Summa filosófica” fue compilada por Beethoven Arlantt y editada por la Biblioteca Departamental, en la dirección de Mónica Morón.
Hay otros personajes de la cultura vallenata que tienen su historial y amerita que se les estudie. Es el caso de Sara María Salas Baquero, matriarca de la dinastía musical de los Zuleta y los Salas; nació en 1892 en La Jagua del Pilar, en el hogar de José Francisco Baquero y Santa Salas, peroEl Plan era su territorio mítico donde Rafael Escalona, Poncho Cotes, José Francisco Daza, Leandro Díaz, y sus hijos Emiliano Zuleta y Toño Salas, celebraban inolvidables encuentros de guitarra, versos y acordeones que fortalecieron la riqueza de la expresión musical del vallenato.
El 17 de junio de 1975 muere Sara María. Su nombre sigue vigente entre sus familiares y en algunas páginas del vallenato. Han pasado ya 38 años, y su presencia espiritual se siente, como el sombrero de Simón que se mece en una canción sobre una rama de peralejo. Pero para que las cenizas del olvido no empañen la memoria en las nuevas generaciones se sugiere que la Casa de la Cultura de El Plan, ostente su nombre, y que los profesores asuman la responsabilidad de enseñar que la Vieja Sara María -a quien Escalona cantó su famoso merengue-, no solo fue la anfitriona de las fiestas de la Virgen del Carmen, fue también generadora del progreso del pueblo… y gran verseadora.
Y a propósito del fallecimiento del maestro Leandro Díaz, el verdadero homenaje que se le puede hacer es seguir escuchando y estudiando su obra musical, para valorarla en su extensa dimensión. Un homenaje que podría brindarle el alcalde de La Jagua del Pilar, Waldin Soto Durán, es dar el nombre de "Matilde Lina" a la calle principal de El Plan. La musa inspiradora de la canción más emblemática del Maestro Leandro. Los profesores de las áreas de educación artística y de lengua castellana se podrían comprometer a enseñarles a sus alumnos los versos y las imágenes poéticas de esa hermosa canción.
Aquí en Valledupar, en homenaje al Maestro Leandro, los programas de música vallenata harían bien iniciar su programación con una de sus canciones, y la Secretaría de Educación debería realizar conversatorios en los colegios del municipio, sobre la vida y obra musical del Maestro Leandro.