El 31 de octubre es una fecha muy esperada por niños, niñas y jóvenes, y representa una gran oportunidad comercial, casi comparable con la temporada de Amor y Amistad. Sin embargo, en el contexto actual de Colombia y el mundo, donde los casos de violencia contra menores son una realidad preocupante, este día se convierte en un llamado urgente a reflexionar sobre la protección y el amor que debemos brindar a nuestros niños y niñas.
Hoy, la idea de tener hijos se ve nublada por el miedo a un mundo que parece cada vez menos seguro. Las desapariciones, los abusos y la explotación infantil han llegado a niveles muy preocupantes. Entre 2020 y 2024, la Fiscalía reportó 2.358 casos de menores utilizados para cometer delitos, una cifra que apenas roza la superficie de un problema mucho más profundo. ¿Qué nos dice esto sobre el entorno en el que están creciendo nuestros niños?
El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) hace un llamado a redoblar las medidas de seguridad durante esta temporada de Halloween. Es fundamental que los niños estén acompañados y supervisados en eventos públicos y lugares concurridos, donde los riesgos aumentan. Pero la protección no debe ser un esfuerzo temporal; debemos comprometernos a cuidar de ellos todos los días del año. Los menores no siempre son conscientes de los peligros que los rodean y, en muchas ocasiones, carecen de los medios para defenderse o pedir ayuda.
Recordemos cómo, en nuestra infancia, podíamos ir solos a la tienda o jugar en las calles sin tantas preocupaciones. Esa libertad, que muchos de nosotros experimentamos, hoy es inimaginable. En este sentido, proteger a nuestros niños significa ofrecerles el apoyo que quizás nosotros no tuvimos. ¿Estamos realmente brindándoles el cuidado y el amor que deseábamos en nuestra infancia? ¿O hemos olvidado la importancia de construir un entorno seguro y protector para ellos?
Para las familias en situación migratoria, el riesgo se multiplica. Los niños y niñas que migran, ya sea solos o acompañados, enfrentan una vulnerabilidad aún mayor. Sus derechos a educación, salud y protección se ven limitados por su estatus migratorio, y esto afecta directamente su desarrollo y bienestar. Debemos asegurarnos de que estas familias encuentren en nosotros una red de apoyo y comprensión, un entorno que, independientemente de su situación, cuide y valore a cada niño por igual.
Cuidar de nuestros niños implica también romper con la indiferencia. La trata de personas, la explotación laboral, el trabajo infantil y la violencia son realidades que requieren nuestra atención y acción. Necesitamos una sociedad comprometida con la equidad, la protección y la paz, donde los niños crezcan seguros y con acceso a sus derechos fundamentales, tal como lo defiende el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
Hoy y cada día, el llamado es a unirnos como sociedad. Hagamos un esfuerzo real por proteger a nuestros niños, no solo con palabras, sino con acciones. Que cada niño y niña encuentre en nuestra sociedad un entorno que no solo los proteja, sino que los acoja con amor y respeto. Recordemos que “los niños son la esperanza del mundo”, y esa misma esperanza es lo que necesitamos como humanidad.
Por: Sara Montero Muleth