El triunfo electoral de Donald Trump en Estados Unidos fue visto como la gran victoria del populismo. Adscritos a esta maniobra política consideran que el sismo causado por Trump, generara replicas especialmente en Europa. El discurso que presenta la relación entre pueblo y las élites como antagónicas, gestiona fragmentar las estructuras institucionales de una sociedad. El populismo es una práctica que no diferencia entre izquierdas o derechas, surge como estrategia ventajosa para sublevar al pueblo ante la elite dominante.
En Latinoamérica los gobiernos que surgieron en consecuencia de las fallidas políticas Neoliberales, tildados como Socialismo del siglo XXI, gradualmente experimentan el ocaso, y ponen de presente que gobernar bien y por el interés general no es asunto de ideologías.
En Colombia el posicionamiento de la elite política ha resistido su propio desprestigio, sus feudos de poder son inexpugnables. Permanecen solidas las bases puestas con el Frente Nacional en 1958, no han permitido prosperar discursos populistas distintos a los propios. Decidieron desde 1990, encasillar los debates para conquistar la Presidencia de la República, con base en el dilema de negociar con la guerrilla o derrotarlas militarmente. Logrado el Proceso de Paz con las Farc, el panorama se diversifica, asoma la corrupción como tema central para definir las elecciones en 2018.
La corrupción en Colombia es una culebra con patas. 60 años de conflicto tapizaron los arreglos del Frente Nacional y la connivencia del Estado con la Ilegalidad en ese periodo. La clase política colombiana ha usufructuado los dineros del narcotráfico, haciendo de las campañas políticas una contienda de poder económico en detrimento de las ideas y la ejecución de políticas públicas.
El reciente caso de Odebrecht desenmascaró la participación del sector privado en los procesos electorales, evidenciando que la corrupción es de doble vía, publica y privada. La multinacional brasilera como buen jugador apostó a los dos caballos del dueño de la pesebrera, para garantizar la victoria y la contratación de las obras civiles más rentables del país.
Hemos pasado del todo fue a mis espaldas de Ernesto Samper, al me acabo de enterar del presidente Juan Manuel Santos. Luego de la denuncia del presidente, el Centro Democrático con cinismo y cálculo político pidió la renuncia del presidente, quizá para disuadir al elector y con la finalidad de esconder su participación en las elecciones de 2010. Y como no es suficiente, sin recato alguno el primero de abril Alejandro Ordoñez y el expresidente Uribe convocaron marcha contra la corrupción.
Un país permeado por la ilegalidad hace inservible la institucionalidad. Esta carencia es favorable para los intereses particulares que necesitan de este complot para mantener vigencia en los lugares de influencia.
Los escándalos de corrupción que azotan al país, exhortan la aparición de proyectos políticos populistas en vez de insurrección de soberanía popular. Gracias a Dios los miembros de las Farc, gozan de desprestigio ante la opinión pública colombiana, asimismo, dirigentes en cuerpo ajeno, pues de lo contrario quienes pregonan que vamos rumbo al Castrochavismo serían los principales responsables de este acontecimiento y no el proceso de paz como quieren hacerlo ver.
Por Luis Elquis Díaz
@LuchoDiaz12