ESCALPELO
Por: Dickson E. Quiroz T.
Ya con cabeza fría, y aunque agua pasada, los resultados de la pasada contienda electoral merecen unas cuantas reflexiones, sobre todo por el contraste entre los guarismos de urnas y el cacareado empate técnico entre los candidatos Juan Manuel Santos y Antanas Mockus.
Por supuesto, sigo cabalgando en la cresta de la ola verde por mi profunda convicción en las bondades de la propuesta de la legalidad democrática. Los procesos del día a día reafirman esa convicción cuando se observa tan ‘normal y natural’ la generalización, inclusive en personas estimadas respetables, de la desinhibición moral; lo importante es alcanzar los fines. El cómo importa poco.
Naturalmente, reconozco como inobjetable el triunfo de Santos Calderón en la primera vuelta por la carrera presidencial. Más que sus propias virtudes, Santos Calderón aprovechó al máximo la candidez de su mayor opositor, Mockus, cuya reposadísima franqueza – rayana en la torpeza – dejaba la sensación de una lucha sin cesar no por el favor popular, sino para perder lo conquistado y conquistable. La Ola Verde se diluía en el tiempo por acumulación de yerros imperdonables inteligentemente canalizados por la campaña ganadora.
Definitivamente no puede salirse ileso luego de tantas y graves metidas de pata, y menos en una contienda electoral con tanto en juego y con tan buenos contendientes. Sin ser aguafiestas, veo a Santos Calderón presidente de la República, inclusive mejor posicionado en la segunda que en la primera vuelta. Su propuesta de Unidad Nacional y su tono conciliador pueden calar hondo, máxime cuando su oponente no ha podido reaccionar para mercadear una eficiente capaz de enfrentársela.
Pese a la grande probabilidad de unos guarismos adversos, no depongo mis convicciones; sigo pensando que el país necesita urgente un viraje de 180 grados para su encausamiento ético, revolución que sólo puede encarnar y liderar una persona no colonizada por la cultura mafiosa, una persona cuya vida haya sido ejemplo de rectitud, de respeto hacía la vida y hacia lo público, una persona íntegra, sin fisuras entre lo que dice y lo que hace.
Pues si. La simpatía de Mockus no se derivaba de la suficiencia de su elocuencia, que era más bien tartamudeante, manteniendo crispados a sus fans expectantes de que no fuera a meter las de caminar. Seduce de Mockus su honradez, ese pasado pulquérrimo preservado y probado con fuego en medio de la turbulencia del ajetreo político. Aunque se pierda la presidencia, seguramente germinarán las semillas de pulcritud regadas y recogidas en principio por más de tres millones de conciudadanos que expresaron su inconformidad por el status quo vivido por Colombia.
Ningún país puede subsistir en medio de una voraz y galopante corrupción; es la corrupción el alimento de la injusticia social al pervertirse los principios éticos y morales pilares de una sociedad; de no ponérsele freno a esa espiral deleznable, terminará por engullirlo todo.
Corrupción no es sólo apropiarse de lo ajeno; matar también lo es. Rendir falsos testimonios también lo es. Prevaricar también lo es. El clientelismo es corrupción al descabezarse candidatos no por méritos, sino para satisfacer egos caprichosos o para apuntalar indebidamente candidaturas futuras. La politiquería es corrupción…
Por infortunio, estas son prácticas cotidianas; tanta su reiteración y generalización que ya parecen conductas normales; incurrir en ellas es simplemente muestras de ‘habilidad’ de las cuales suelen vanagloriarse inclusive muchas de las personas reputadas honorables. Son los gajes de la política, suelen repetir ufanos: por esa vía, pues, por ese ‘sesgo normal’ se horada la dignidad ciudadana y se socava la cohesión social. Valledupar acaba de vivir esa amarga experiencia con el proyecto ‘Valledupar cómo vamos’, restándosele credibilidad al programa. ¿Quién confiará en sus resultados?
Lo dicho: el enemigo a derrotar es la ilegalidad. Sin ética, sin legalidad, no habrá prosperidad, no habrá equidad. Sólo prosperará la inconformidad social.
Añadido: Carajo, se salió con la suya Jacobo Solano. Vaticinó la insularidad del PDA, y ganó la apuesta. Apreciamos su doctorado en materia política, que contrasta con la ignorancia supina del Pipe Araujo y mía. Felicitaciones.
dicksonquiroz@yahoo.com