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Cuatro alcaldes y nada

ESTA ESQUINA

Por: Hernán Araujo Ariza
Hace unos dos (¿o tres?) años, en Valledupar todos fuimos testigos del inicio de la construcción de dos grandes obras que –aunque con usos distintos- ofrecían ambas muchos beneficios importantes para la ciudad y algunos corregimientos, sobre todo del norte. Aunque los dos proyectos se empezaron a edificar relativamente al mismo tiempo, hoy hay uno terminado y funcionando, mientras el otro está a medias y olvidado.
Recuerdo que luego de un tiempo, y sólo cuando ya se habían logrado algunos avances, apareció con tardía vehemencia un concepto técnico de la Curaduría, donde advertían que ninguna de las dos obras tenía licencia para construirse. Pues se encontraban en zona de reserva forestal.
Acto seguido, los constructores del Batallón de Ingenieros No. 10 (ubicado en la salida a Rio Seco) hicieron caso omiso del concepto y siguieron su construcción tranquilamente; mientras que en la Alcaldía ordenaron suspender los trabajos que se realizaban en el Mirador del Santo Ecce Homo (ubicado sobre un cerro al norte de la ciudad). Hoy, el batallón le brinda seguridad a la zona norte de Valledupar y Cesar; en cambio, todos en la ciudad podemos ver -de la otra obra- solamente una insípida torre gris de concreto, que ni tiene santo, ni sirve de mirador.
Nos resulta inaceptable que ambos proyectos hayan sido concebidos sin tener en cuenta que era necesaria una licencia de construcción, pero mucho más grave es que se hayan invertido unos recursos en ese cerro y ahí haya quedado todo.
Es cierto que para el Ejército Nacional resultó efectivo apelar al tema de la soberanía y la seguridad nacional, para que entre Ministerios (Defensa y Ambiente) se haya concedido el permiso y hoy funcione sin problemas el Batallón. Pero eso no justifica el estado ruinoso en que se encuentra el Mirador.
Desde que el proyecto fue diseñado, hemos tenido cuatro alcaldes en Valledupar (Pupo, Carvajal, García y Fernández); y parece mentira que ninguno haya tenido la visión de solucionar el problema. Pues con decir que ellos no fueron los culpables, creen estar librando su responsabilidad.
Es sólo cuestión de armar maletas para Bogotá y apoyarse en nuestros congresistas para conseguir la cita con la Ministra de Ambiente. Y convencerla de lo necesario que es para Valledupar, consolidar este atractivo turístico religioso, que seguro le va a imprimir una dinámica económica diferente. Al menos en Semana Santa, cuando muchos de aquí se van y pocos vienen.
Ahí tenemos el caso de Monserrate en Bogotá, todo un ícono para la ciudad. De ellos podemos aprender que no es necesario construir una costosa vía para que el vallenato suba en carro hasta los pies del Ecce Homo, pues la gracia está en un simple sendero sin lujos. Pues si pone a la gente a caminar y hacer ejercicio, seguro se convertirá en un plan diferente al alcohol para los fines de semana. Ya el tiempo dirá si la dinámica y el flujo de gente ameritan la inversión en un funicular o teleférico.
En fin, opciones hay muchas. Pero lo que no podemos consentir, es que se pierda lo que ya se invirtió. Nos resistimos a aceptar que a nuestros alcaldes les resulte más rentable pavimentar una calle, que solo beneficiará a sus vecinos; que apostarle a una obra que será motivo de orgullo para todos los vallenatos en el futuro.
Y a propósito, ¿dónde, y en qué estado estarán las piezas de la escultura del santo? Porque recuerdo que hace tres años, el exalcalde Ciro Pupo no tuvo ningún reparo en mandarlas a una finca para que a nadie estorbaran.

MI ÚLTIMA PALABRA:
Valeroso y plausible el esfuerzo entregado por los organizadores de la marcha por la recuperación del viejo Valledupar, pero muy diezmada la asistencia de los vallenatos; parece que sólo nos gusta quejarnos y no actuar. Adicionalmente, de muy mal gusto que algunos políticos no sepan diferenciar entre una manifestación de rechazo a la violencia y el ramplón proselitismo.
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