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Cuaresma temblores y desarme de espíritus

“En una calle de Tamalameque dicen que sale una llorona loca, que corre por aquí, que corre por allá con un tabaco prendido en la boca”.

Antecede este escrito un aparte de la canción ‘La Llorona Loca’ de la autoría de José Barros Palomino, grabada por primera vez hace más de sesenta años y también por los Hermanos Zuleta en el año 1996 en el L.P ‘Siempre vallenato’, y en 1997 por el Checo Acosta con Juan Piña, la que hemos recordado porque después del polvorín del carnaval nos encontramos inmersos dentro de los tiempos de Cuaresma, que nos prepara para la llegada de los días de la Semana Mayor, que inició el día miércoles de Ceniza, fecha en la cual y de acuerdo con lo que dice el Almanaque pintoresco de Bristol el del hombre pelú y barbú, los pastores de la Iglesia católica y apostólica nos recuestan en la frente una cruz al mismo tiempo que en tono ritual nos dicen: “polvo eres y en polvo te convertirás” , pero que nosotros en la escuela en mi pueblito parodiábamos diciendo que lo que el padre decía era: “Flaco eres y en gordo te convertirás”.

He escuchado decir a quienes saben más de eso que yo, entre ellos al Padre Jefferson Ariza y Evaristo, mi hermano que es Sacerdote Capuchino, que es este el tiempo litúrgico de conversión establecido para que todos estemos preparados para la Pascua, para desarmar los espíritus, hacer cambios interiores y acercarnos a Cristo, estamos pues en la plenitud cuaresmal que concluye antes de la misa de la Última Cena del Jueves Santo, importantísima para los verdaderos creyentes, no tanto para quienes solo se acuerdan de Dios cuando tienen la soga en el pescuezo.

Ya en nuestros montes y roseríos se percibe el característico olor de la Semana Santa que se aproxima, y corresponde en estos cuarenta días del calendario a los cuarenta días del diluvio, los cuarenta años de la marcha de los judíos por el desierto, los cuarenta días de Moisés y Elías en la montaña, los cuarenta días que Jesús, el hijo de María y José, estuvo en el desierto y los cuatrocientos años que estuvieron los judíos en Egipto.

A partir del miércoles de ceniza los muchachos esperábamos ansiosos la llegada de la semana especial, eran tiempos durante los cuales el silencio de sus tardes solo eran interrumpidos por esporádicos cantos de gallos, el cacareo de las gallinas al poner el huevo, el tun tun tun mientras los vecinos pilaban el maíz para cocinarlo en la noche y hacer las arepas del día siguiente, y los llamados muy peculiares de nuestras viejas a los puercos para que fueran a comer, chinóóóóóóó chinoóóó chinóóóó.

Imposible olvidar que estos días se usaban para engordar los cerdos para los pasteles del Domingo de Ramos en las galleras, se escogían los chivos con los cuales “se rompía la olla” el Domingo de Resurrección, pues durante el Jueves y Viernes Santo, se decía que salían “aparatos” en los caminos, nadie consumía carnes y no se nos permitía bañarnos al medio día ante el riesgo de convertirse en pescado.

Las vainas han cambiado y para mal, se anuncia la llegada del Fenómeno del Niño, mucha gente se ha alejado de Dios y el suelo está temblando, síntoma inequívoco de situaciones naturales o institucionales que causan conmoción; y pensar que es muy cierto lo que decía mi abuelo, que lo grave no son las cosas malas que pasan, sino que lo bueno solo los disfruta su dueño y lo malo se reparte entre todo el mundo; decimos nosotros que lo delicado es que cuando están disfrutando lo bueno no creen en Dios sino que se creen Dios, pero cuando llega la desgracia tienen la cachaza de reclamarle al Altísimo donde estaba él cuando se cayó de donde estaba encarapitado.

Que Dios nos ampare durante estos días de Cuaresma de las aves de mal agüero.

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Luis Eduardo Acosta Medina: