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Cuántas cosas quisiéramos que fueran inocentadas, pero no lo son

Este 28 de diciembre se celebra por tradición el Día de los Santos Inocentes, una fecha que tiene un origen cruel en razón a que se deriva de la decisión del rey Herodes, quien ordenó asesinar a todos los niños menores de dos años nacidos en Belén, esto con el objetivo de eliminar a Jesús de Nazaret.

Con el transcurrir del tiempo esta fecha fue tomando forma de un acontecimiento caracterizado por el humor en el que se hacen bromas pesadas y se juega con aspectos mentirosos y que tal vez parecieran verdad o viceversa, son las denominadas inocentadas que se celebran en familia, grupos de trabajo y en muchas organizaciones sociales.

Pese a su origen trágico esta fecha se ha convertido en un día de alegría y celebración que se puede disfrutar junto a la familia y amigos preparando todo tipo de sorpresas, tal como a lo largo de la historia lo hicieron los monaguillos y que después pasó al público en general.

Aunque se crean todo tipo de bromas en este día hay algunas que se repiten en diversos lugares del mundo cada año, por ejemplo, los
periódicos suelen publicar noticias falsas con algún tipo de broma, en la que muchos lectores llegan a creérsela cayendo en la inocentada. En la televisión prácticamente todas las cadenas preparan algún tipo de trampa en la que cae algún famoso. Casi siempre utilizan cámaras ocultas que convierten al inocente de turno en carne de cañón del 28 de diciembre. También se hacen bromas telefónicas. En fin, las formas de bromear son muy variadas.

Es así como el 28 de diciembre nos brinda la oportunidad de sumergirnos en el fascinante mundo del humor y la astucia, nos invita a dejar de lado la solemnidad y abrazar la ligereza y el juego.

Pero, sin caer en el terreno del pesimismo y al fijar la vista sobre la realidad nuestra y a la seriedad que requieren muchos asuntos de nuestra ciudad y nuestro departamento, hay tantas cosas del entorno en el que vivimos que quisiéramos que fueran una simple inocentada, pero no, son tan reales y dolorosas que nos apabullan de manera contundente.

Cuánto quisiéramos que en Valledupar y el Cesar no hubiese niños en las calles pasando hambre y toda clase de necesidades, cuánto quisiéramos que el precio de las vidas humanas no se equiparara al del costo de un simple celular, cuánto quisiéramos que toda nuestra gente tuviese oportunidad de empleo y de ingresos, cuánto quisiéramos que la atención en salud fuera oportuna y digna, cuánto quisiéramos que los recursos del Estado en realidad fueran sagrados y solo se destinaran para el bienestar colectivo, cuánto quisiéramos que la gente en las calles respetara las normas de tránsito y los espacios públicos, cuánto quisiéramos que todos nos preocupáramos por la defensa del medio ambiente, cuánto quisiéramos que jamás nunca jamás se talara un árbol y se protegieran las cuencas hidrográficas, cuánto quisiéramos poder transitar tranquilamente por las calles de Valledupar sin riesgo de inseguridad, cuánto quisiéramos que no haya un solo secuestro más en nuestro país, cuánto quisiéramos que toda la gente respetara a nuestra Policía Nacional y actuara bajo el cumplimiento de sus deberes y derechos.

El día que todos esos deseos se cumplan habremos escalado un importante peldaño hacia una sociedad más justa y civilizada, por lo pronto estamos obligados a creer y aceptar que esa es nuestra dura y triste realidad, no son simples inocentadas.

Categories: Editorial
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