Por: Jaime Velasquez Castaño
“Cuando un amigo se va queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río”.
Esta evocación de la canción de Alberto Cortés describe muy bien el sentir de cada uno de los que fuimos amigos de Luis Augusto González Pimienta, pues a todos nos quedarán encendidos y grabados para siempre los momentos en los cuales tuvimos la fortuna de compartir su compañía. Contertulio simpático e inigualable, con él se podía dialogar fácilmentesobre temas que iban desde el deporte y el acontecer diario hasta el más encumbrado conocimiento literario o histórico. Lector incansable con una inclinación admirable por Azorín tal vez heredada de su padre, crucigramista diario, deportista empedernido, jurista de las mejores calidades demostradas en múltiples oportunidades, bien como servidor público en los diferentes cargos que desempeñó, o como abogado litigante. No fue menor el reto y desempeño de Luis Augusto en las lides jurídicas, que el de su familia, también dedicada con mucho éxito al ejercicio del derecho. Suerte tuvieron aquellos que pudieron aprovecharlo como docente.
Son muchos los recuerdos que nos quedan de nuestra amistad con Luis Augusto, pues durante algún tiempo fuimos vecinos de apartamento y fue allí donde mejor pudimos cultivar y disfrutar una amistad que continuó para siempre. Recuerdo, como anécdota de su inquietud sobre la gramática española, que por iniciativa de él hacíamos concursos con diccionario en mano sobre el significado de las palabras, muchas de las cuales oíamos por primera vez, como una manera de mejorar nuestro vocabulario. Anecdótica era también su pasión por el ciclismo Colombiano del cual era un gran conocedor, y, paradójicamente, como el mismo lo confesó en alguna de sus columnas de El Pilón, nunca aprendió a montar en bicicleta.
Hoy, con pesar, al conocer la noticia de su muerte solo nos queda mantener su recuerdo como la persona que fue, alegre y vital, siempre con su curiosidad intelectual encendida, con su sentido de la responsabilidad y la amistad inquebrantables. Nos harán mucha falta sus columnas de los lunes en El Pilón en las cuales tocó infinidad de temas, sus chistes flojos, las jugadas de futbol en los campeonatos interprofesionales, las trotadas matinales hasta el Guatapurí, sus consejos siempre oportunos y válidos, su asesoría jurídica, en fin su amistad. Por todo lo que esto significa para nosotros, sus amigos, de lo que si estamos seguros es que siempre lo recordaremos. A su familia mis más sinceros sentimientos de condolencia y a Gloria y Luis David un abrazo de solidaridad de un amigo incondicional que nunca los olvida.