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¿Cuándo tocaremos fondo?

La última peripecia de la elección de la presidenta de la Cámara es un peldaño más en esa interminable espiral de degradación ética y moral a la que ineluctablemente están arrastrando al país. Los antecedentes de episodios que involucran a la recién elegida presidenta Jennifer Arias -para variar miembro del Centro Democrático-, potencian lo que se suponía imposible: superar el espantoso deterioro axiológico.

 Los escabrosos eventos que se infieren de investigaciones periodísticas sólidamente documentadas insinúan una enredada combinación de negocios de aviación, narcotráfico, lavado de activos, política y compensación de favores previos. Como colofón, no podían faltar crímenes y asesinatos.   

La trama de ese inmoral contubernio gira en torno a aerolíneas privadas de los llanos orientales.   Una serie de coincidencias sumamente extrañas y no menos inquietantes. Por ejemplo, tanto el piloto fallecido en el avión que se precipitó en territorio guatemalteco transportando cocaína para el Cartel de Sinaloa, y el piloto capturado recientemente en la isla de Providencia, en el caso que involucra al esposo de la modelo, comediante y actriz Alejandra Azcarate -ambos casualmente en su momento fungieron como pilotos de Uribe Vélez y de Duque candidato-. Para dichas empresas realiza lobby la flamante presidenta de la Cámara de Representantes. Dada la variedad y complejidad de hechos delictuosos, los argumentos que constituyen esa tramoya merecen una película.  

Una de las prerrogativas obtenidas por Aerolíneas Llaneras a fin de evitar una supuesta quiebra fue la aprobación de vuelos humanitarios en el marco de la pandemia. Justamente el piloto de la avioneta incautada con cocaína en Providencia para evadir la inspección policial alegaba estar cumpliendo un “vuelo humanitario”. Varios congresistas del Centro Democrático han presionado los vuelos humanitarios, y la nueva presidenta de la Cámara ha tenido un papel preponderante en esas gestiones, la más acuciosa lobista para hacerlos posibles. Lo de Jennifer Arias se interpreta como un quid pro quo del gobierno ante esas aerolíneas. El correo de las brujas difunde una deuda de activismo político, apoyo electoral y de horas de vuelo en la campaña que ascienden a la no despreciable suma de $1.000.000.000.

 Los acuerdos por el control y distribución de las mesas directivas del Congreso de la República se forjan el mismo día de la instalación de la legislatura que comienza y cubre los cuatro años. Las dignidades repartidas no se reducen a la ostentación de la investidura, sus implicaciones trascienden lo meramente honorifico y garantizan mayor cuota de poder, mas cargos burocráticos, mayor control presupuestal de los recursos, lo que se traduce en un mayor volumen de las llamadas eufemísticamente asignaciones específicas.

Por supuesto incluyen mayor facilidad de interlocución con el presidente de la Republica. En un régimen fuertemente presidencialista como el nuestro es impensable suponer el desapego del gobierno con el suceso de esa elección. Pudieron haber escogido otro nombre distinto al de la impugnable Arias, pero nadie hizo nada por oponerse y todo indica que más bien Duque envió su guardia pretoriana a reforzar esa aspiración, y efectivamente ante el estupor y la fuerte crítica de la opinión pública fue elegida la pupila predilecta del expresidente eterno. Los criterios éticos, si alguna vez fueron tenidos en cuenta, dejaron de ser una prioridad para el uribismo.

Pero como si los truculentos sucesos narrados previamente no fuesen suficientes para enlodar a la elegida, el cuadro del entorno familiar es sumamente inquietante, su padre asesinó a un sujeto hace varios años y el hermano fue capturado con un alijo de 10 kilos de cocaína en su poder y condenado a tres años en Estados Unidos. Si bien los delitos tienen la connotación de su responsabilidad individual. Son demasiados sucesos oscuros juntos. Excesivas coincidencias turbias.

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Gabriel Dario Serna Gomez: