La existencia de las guerras pone en peligro la conservación de la especie humana, más en estos tiempos que se usa la energía atómica como arma de destrucción masiva que nos pone en riesgo de ser destruidos por nosotros mismos.
De allí que la construcción de la paz no sea una tarea nueva, es una cultura que viene edificándose desde tiempos inmemoriales. El hombre, ser racional, que se guía por la inteligencia y la sabiduría, retrocede al estado de la bestia cuando esa racionalidad la usa para algo tan irracional como la destrucción del hombre por el hombre.
En el proceso de la construcción de la paz existen retrocesos, pero de estos se tienen que extraer enseñanzas y se han extraído. El hombre ha aprendido —muchas veces a los golpes— que el diálogo es el instrumento apropiado para la construcción de una cultura para la paz y la paz misma.
Sin cultura para la paz no es posible construir paz. La guerra es la enemiga. Lo primero en destacar es que por principio no se debe apelar a esta para solucionar controversias entre los Estados. Los choques siempre existirán, pero la guerra está proscrita, es antijurídica, es decir, contraria al orden legal. Por este motivo, en nuestro tiempo, no se puede defender la existencia de “guerras justas”.
Insisto en el diálogo en un ambiente de tolerancia, pluralismo y respeto por la diferencia. Por este motivo, las confrontaciones armadas que existen en el mundo tienen que ser resueltas mediante conversaciones. Cuando hablan las armas se silencia el derecho y desaparece la razón.
Las armas son el instrumento de la muerte, habla su lenguaje. Callarlas es el primer camino para la construcción de la paz y es un imperativo para la conservación de la especie humana y la disminución del dolor en el planeta tierra.
En el caso de Hamás y la operación de exterminio contra los israelitas que se divertían en una fiesta es un crimen de guerra que tiene que ser condenado y judicializado. Tampoco existe duda que la operación del Estado de Israel de defensa y rescate de sus secuestrados ha sido legítima, pero continuar en una operación que genere desplazamientos y muertes de inocentes contraría los estándares internacionales que el derecho humanitario ha establecido.
Hace más de dos mil años, Sun Tzu en “El arte de la guerra”, nos enseñó que “Atacar ciudades es la peor política”, ya que allí vive la población civil. Él enseñó que “Por lo general, la mejor política en la guerra es tomar intacto un Estado, arruinarlo es inferior política”.
Sun Tzu enseñó en tiempos cuando la guerra era un medio aceptado en la conciencia universal, que: “Ningún país se ha beneficiado alguna vez con una guerra interminable”. Nuestra república constituye una muestra patética de lo destructiva que es porque solamente alimenta odios entre hermanos.
En consecuencia, estamos en el momento para contribuir en detener la guerra y construir un ambiente de diálogo con la presencia de las Naciones Unidas, promovida por esta organización mundial.
No es el momento para tomar partido en favor o en contra de palestinos o israelíes, es el momento para inclinarse por la paz mundial. En este horizonte, el continente americano por medio de la OEA y los gobiernos de los Estados deben ser voceros de diálogos para construir la paz. Ratifico nuestra responsabilidad con la paz.
Por Eduardo Verano de la Rosa.