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Cuando el silencio lleva a la muerte

Katherín Paola Torres Jiménez, fue asesinada el 3 de febrero de 2015.

Existen muchas razones por lo que una mujer se siente sometida en algún momento por el hombre. Según la psicóloga y facilitadora de la red de Voceras y Voceros Angélica Arias, en Colombia existe una tradición patriarcal que establece relaciones de dominio, dependencia y subordinación de los hombres hacia las féminas. De esta forma cuando ellas se salen de ese patrón, ellos utilizan la violencia como mecanismo de control. Lo peor del caso- explica la especialista- es que no sólo sucede una vez, por el contrario se vuelve progresiva y se intensifica hasta el punto de llegar a la muerte, dejando un claro mensaje de posesión “Si no eres para mí, no serás para nadie”.

¿Cuándo se está frente a un posible asesino en estos casos?
Son muchos los indicios que muestra un hombre que tenga altas posibilidades de atentar contra la vida de una mujer, ya sea pareja o excompañera sentimental. La agresión física y psicológica es su principal componente, es decir los golpes y abusos verbales.
Los primeros días en una relación sentimental difícilmente registra violencia, cada uno muestra su lado positivo.

Días después, crece una dependencia y la acumulación de tensión. Se pasa más tiempo con la persona amada e inicia la posesión.
“Lo primero que hacen es establecer mensajes de poderío haciéndole sentir a la otra persona que es poca cosa y que siente lástima de estar con ella y esto la cerca y queda atrapada en la relación”, dijo Arias.
Luego se ven los vestigios del comportamiento agresivo, inicialmente hacia los objetos: Los arrojan, dan portazos y se destruyen cosas. Es como si se liberaran de ese estrés o tensión realizando dichos actos.

Mientras él se disculpa, ella lo acepta. Luego la agresión no sólo es hacia los objetos sino hacia la pareja, aumenta el abuso verbal y físico. La mujer cree tener la culpa y cae en la trampa, incluso cambia su comportamiento para evitar la violencia, por ejemplo, ser más atenta, limpiar la casa, tener todo bajo control para no molestarlo. El abuso continúa y llegan los celos.
El violento se obsesiona y comienza a desconfiar, quiere estar al pendiente de los sitios que frecuenta su pareja, cuánto tiempo se demora, con quién habla y hasta revisa su celular o redes sociales para estar seguro.
Con esta conducta logra aislar a la víctima de sus familiares o amigos aludiendo que si lo tiene a él no necesita a nadie más.

El agresor siempre tendrá un motivo para discutir, una razón de inconformismo para satisfacer la necesidad de descargar las tensiones que se acumulan. Por eso se agudiza la violencia y cada vez es más consciente de qué parte del cuerpo golpear y en qué escenario hacerlo. Cuando esto pasa, desaparece el estrés y llega el arrepentimiento, caracterizado por un periodo de calma y muestras de amor y cariño. Pide perdón y promete no volver hacerlo.
Pero a menos que el agresor reciba ayuda de un especialista para manejar la tensión, esta situación se repetirá tantas veces hasta llegar en la mayoría de los casos a un desenlace fatal.

Recientes casos
El subcomandante del Departamento de Policía Cesar, coronel Edgar Rodríguez indicó que en lo que va del 2015 se han registrado tres casos de homicidios a mujeres y que dos de ellos fueron pasionales, tienen que ver con violencia intrafamiliar. Es el caso de Mónica Patricia Montes Martínez, de 42 años y Katherín Paola Torres Jiménez.

La primera víctima falleció en un motel del barrio La Granja en Valledupar, el pasado 9 de enero, después de las heridas producidas con arma blanca hechas por su pareja. Según las autoridades, la mujer quería terminar la relación y el hombre no se resistía.

El segundo caso ocurrió el 3 de febrero del año en curso en la invasión Brisas de La Popa en esta ciudad. La víctima salió del baño que se encontraba en el patio de la vivienda y fue abordada por su excompañero sentimental y padre de sus dos hijos, quien la atacó con un cuchillo causándole heridas en brazos, cuello, abdomen y piernas, minutos después falleció. El hombre se entregó unos días después.
“Estas personas ya traían problemas de convivencia, el homicida no vivía con ella y llegaba a la casa por sus hijos pero cada vez que se veían discutían. Esto se hubiera podido evitar si pide ayuda”, afirmó el Subcomandante.

Las posibilidades de no caer en un desenlace fatal son altas si se rompe el silencio. Cuando una mujer es maltratada, llama a las autoridades y se captura al hombre en flagrancia se puede judicializar inmediatamente.
Si no es así, se aconseja tener testigos del maltrato y dar aviso a cualquier entidad de control para abrir la investigación pertinente. Mientras eso sucede se pueden dictar medidas cautelares para alejar al agresor. Si éste no cumple será arrestado.

El Coronel indicó que las mujeres víctimas de agresiones tienen prioridad para su institución, por ello es importante que denuncien ante la Fiscalía o se acerquen al Comando de Policía en el Cesar para realizar el procedimiento respectivo.

Perfil de un posible homicida
El Subcomandante de Policía Cesar, indicó que “Los homicidios pasionales vienen de personas cercanas a ellas, son por celos o problemas de convivencia, el sujeto puede resolverlo con asfixia mecánica, armas blancas, de fuego o inclusive pueden pagar a un tercero para hacerlo”.
Siempre se detectan a estas personas por sus cambios emocionales, la mayoría de las veces toman represiones no sólo contra la mujer sino contra los hijos o familiares de ella. Lo importante es que se pueda dar aviso para que el trámite inicie de manera oficiosa.

Una sobreviviente de violencia intrafamiliar
Diana. Así llamaremos a la mujer que decidió hablar a EL PILÓN atendiendo a su petición de guardar su identidad. Comenzó su relato diciendo que su relación inició ‘color de rosa’ como la mayoría, pero después notó ciertos comportamientos que no le gustaban pero por el amor que sentía hacia él y el hecho de estar embarazada dejó pasar una y otra vez la agresión.
“Habían momentos lindos, pero después empezó a celarme mucho. Me alejé un rato de mis amigos porque me daba miedo que me reclamara o hiciera shows. En ese punto ya perdía el control fácilmente”, afirmó.

En uno de esos buenos momentos llegó el segundo embarazo. Sin embargo esto no lo aplacó y seguía ejerciendo poder sobre ella, lanzando objetos y algunas veces gritaba. Un día la golpeó con tanta fuerza que sus ojos quedaron hinchados por un tiempo. Ella lo perdonó al escuchar que cambiaría.
Los niños de 3 y 6 años se percataban de la situación. El más grande le pidió al papá que no le pegara a mamá y esas palabras en vez de calmarlo, lo enfurecieron y agredió a los pequeños.

Diana no aguantó la situación y decidió hablar. Buscó ayuda de sus padres a quienes inicialmente no les hablaban por irse a vivir con un hombre sin trabajo y que no era bien visto por ellos. Luego la entendieron y la ayudaron a denunciarlo ante las autoridades.
Se trasladó a casa de sus padres. Su agresor fue en varias oportunidades a amenazarla para que volviera con él, diciéndole que estaba arrepentido. Ella lloraba pero seguía firme en su decisión, mientras que él se desesperó hasta el punto de agredir a sus exsuegros, a buscar a sus hijos y manipular la decisión.

El punto más crítico fue cuando con un arma se presentó en casa de los padres de ella, la llamaba, la seguía al trabajo y una vez quiso golpearla al bajar de un taxi. Todo eso tuvo que soportar Diana para salvarse. La denuncia instaurada sirvió para su posterior captura.
Los testigos de esos hechos, las fotos con los moretones, las actuaciones después de la denuncia y otros elementos sirvieron como prueba para lograr judicializarlo. Ahora está en la cárcel y Diana se siente tranquila de poder rehacer su vida al lado de su familia, sin gritos, sin golpes y en tranquilidad.
“Por eso quiero incentivar a aquellas mujeres que pasan por lo que yo viví, ¡denuncien!, hablen con su familia, busquen apoyo. Solo así podrán conseguir la paz que necesitan y de paso salvarse de la muerte”, afirmó Diana.

Actos propios del victimario
Abuso verbal: Rebajar, insultar, ridiculizar, humillar, utilizar juegos mentales e ironías para confundir, entre otros.
Intimidación: Asustar con miradas, gestos o gritos. Arrojar objetos o destrozar la propiedad.
Amenazas: De herir, matar, suicidarse, llevarse a los niños.
Abuso económico: Control abusivo de finanzas, recompensas o castigos monetarios, impedirle trabajar aunque sea necesario para el sostén de la familia.
Abuso sexual: Imposición del uso de anticonceptivos, presiones para abortar, menosprecio sexual, imposición de relaciones sexuales contra la propia voluntad o contrarias a la naturaleza.
Aislamiento: Control abusivo de la vida del otro, mediante vigilancia de sus actos y movimientos, escucha de sus conversaciones, impedimento de cultivar amistades.
Desprecio: Tratar al otro como inferior, tomar las decisiones importantes sin consultar al otro.

Por Tatiana Orozco Mazzilli
tatoxigeno@gmail.com 

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