Los vallenatos raizales y – en general- los habitantes de Valledupar le tienen mucha confianza a su río: el Guatapurí. El Río tradicionalmente ha sido visto como un amigo, un sitio de diversión en Hurtado, como el guardián de la ciudad y un elemento esencial del paisaje y la vida de la capital del Cesar.
Valledupar sin el Guatapurí no sería nada, indudablemente. Sin embargo, tanta confianza es mala y el Río merece respeto; hay que cuidarlo, claro; quererlo, por supuesto; pero principalmente: respetarlo. No es buena tanta confianza…
Y cuando decimos respetarlo nos referimos a mirarlo con prevención, con precaución; ya el Río en cualquier momento se puede crecer y generar una serie de problemas para los cuales la ciudad, aparentemente, no está preparada, como sería el caso de una creciente súbita por encima de sus promedios históricos.
Lo ocurrido el domingo por la noche, luego de unas lluvias intensas en la Sierra Nevada de Santa Marta, donde nace el legendario río, y también de fuertes lluvias en la ciudad, los vallenatos vivieron momentos de susto, que gracias a Dios no pasaron a mayores.
Valledupar debe contar con planes claros y conocidos de contingencia frente a una creciente súbita del río Guatapurí, como también de la acequia Las Mercedes, cuya creciente, como sucede muy a menudo, afecta grandes sectores del sur occidente de la ciudad.
Es necesario que el Comité Municipal de Atención y Prevención de Desastres tenga y divulgue unas cartillas, folletos y mensajes claros sobre los planes de evacuación de la ciudad hacia sus partes altas. Informar en Colegios, Universidades, empresas e instituciones públicas y privadas, los riesgos que puede tener la ciudad en caso de una creciente súbita del Río.
El domingo la ciudadanía fue mal informada, llegaron correos de Emdupar a las redes sociales, pero no hubo un vocero de la administración, con mensajes claros sobre lo que estaba pasando y nadie aclaró la situación y precisó la magnitud del riesgo. Todo se manejó con un alto grado de informalidad y folclor, como sucede con muchas cosas en Valledupar.
Pero además de tener planes de contingencia, e informar y divulgar los mismos; se necesita una red de monitoreo del comportamiento del Río, una de las cuales debería estar en Hurtado para alertar a los bañistas y a toda la ciudad.
Además, Valledupar requiere una serie de obras de infraestructura en sus alrededores y en su interior que reduzcan el riesgo de inundaciones y eviten que se paralice cada vez que llueve.
En la actualidad, cuando llueve, Valledupar se paraliza; los carros no pueden transitar por muchas vías de la ciudad por los arroyos que se forman en varias calles y avenidas, las empresas de taxis no prestan sus servicios y – por supuesto- tampoco las motos pueden transitar y como no hay transporte público colectivo, reiteramos: la situación es de parálisis y caos total.
Más allá del susto de la noche del domingo, Valledupar debe aprender a tener otra relación con el Río Guatapurí; insistimos, hay que quererlo, no contaminarlo, cuidado, claro, pero, ante todo, respetarlo, reconocer que el río tiene un cauce que ha sido violentado por la acción de las comunidades y que, en cualquier momento, Dios quiera que no, podemos vivir una situación similar a la que hoy está viviendo Bogotá, la capital de la República, con el río del mismo nombre. Hay que adoptar decisiones a corto, mediano y largo plazo para reducir las graves consecuencias de una creciente súbita del río Guatapurí y también adecuarla a las intensas lluvias, con la ampliación y modernización de su alcantarillado pluvial.