Dulce huele el aire cuando atrapa la nostalgia, mezclada con recuerdos que despiertan en los sueños, que aunque duerma la mirada fatigada en la distancia, se mira todo y a la vez nada en un cielo que es enorme y nos cubre con su calma.
Queridos lectores, he querido iniciar esta columna con un fragmento poético que va más allá de un simple verso, es para mí la descripción de nuestros días, nuestras noches, de todos los momentos que aunque no nos demos cuenta cómo transcurren, cada uno de ellos está impregnado de sentimientos, todos valederos para amar a la vida y agradecer a quien nos permite luchar por ella día a día. Tal vez no expresemos de forma constante nuestros pensamientos, quizás no sintamos el dulce aroma del aire cuando caminamos al trabajo, pero nuestra mente va cargada de recuerdos que valen la pena de vez en cuando desempolvarlos y acariciarlos, sea para mantenerlos o simplemente para darnos cuenta que ya muchos no nos hacen daño.
Hace pocos días fue galardonada una mujer surcoreana con la máxima distinción que puede dar el mundo literario, el premio Nobel de Literatura, una mujer cuya prosa poética fue tenida en cuenta en un mundo en donde ni siquiera las letras y palabras se escapan a la convulsión del momento de polarización que vive la humanidad. Ella, vecina de un país que amenaza de manera constante al suyo, en donde de cerca percibe la represión, las prohibiciones, las restricciones a la libertad, incluso para leer ciertos textos, libros y temas nos recuerda en sus libros con su ensoñadora prosa poética que aún a pesar de las prohibiciones y censuras nuestro pensamiento no se encadena y traspasa fronteras que solo el hombre impone para él.
Sus palabras viajan con el viento, traspasando fronteras, gritando mensajes de dolor pero igual de esperanza, de realidades pero también de sueños, algunos descarnados en pesadillas, pero necesarios para que sintamos el dolor de aquel que no puede gritar y mucho menos reclamar. Cada una de sus obras está compuesta de crudeza humana y social maquillada con el encanto de la fe y la esperanza, conceptos que aunque parezcan ilusorios son lo tangible a un futuro que podemos anhelar.
Hoy, desafortunadamente, muchos se limitan a informarse no a leer. Y lo peor es que esa información en apariencia leída en algunas ocasiones se toma como la verdad absoluta de lo que sucede y nos sucede, siendo la gran mayoría de las veces, lo contrario. Creemos que estamos “bien informados” cuando la realidad es otra, cuando nos llenamos de falsedades que solo nos alimentan el alma con rencores ajenos, pues ni siquiera son nuestros o propios para envenenarnos. Es por ello apreciados lectores que hago un llamado a la lectura de la poesía, a crear nuestros poemas y versos, pues el alma aún se inspira con nuestras situaciones cargadas de sentimientos que aunque duelan son sanos para amar y tal vez para olvidar pero no para odiar. Cuánta música vallenata está inspirada en los recuerdos hechos poesía, cuántos versos reflejan el alma de nuestra pureza y nobleza sentimental, ¿no creen que haya demasiadas cosas buenas dentro de nosotros para dejarnos permear con falsedades que en apariencia son información? No permitamos que haya palabras que nos distancien y separen con fronteras construidas con falsedades y mentiras.
Leamos con la conciencia de ser mejores cada día, no leamos para acumular ni para trepar, disfrutemos al leer personas, lugares, estadísticas, mapas, versos, ideas y algo mejor aún, seamos congruentes entre lo que leamos y lo que hagamos, busquemos la realidad, la claridad, la verdad, y si la encontramos, transmitámosla, no podemos seguir siendo aquellos que vemos pasar personas delante de nosotros como si se tratara de enemigos, porque si de verdad leemos con el alma y hacemos un examen detenido de esas personas tal vez nos percataremos de que nada en la marcha de esos individuos es verdad. Apreciemos las palabras que nos llegan a través de información a nuestros dispositivos y pasemos la vista varias veces antes de reenviarla, pues puede ser falso lo que compartamos y así contribuimos al odio y al rencor. Comprometámonos no solo a pasar la vista por lo que leemos sino también a liberar la mentira o la verdad que hay en ello.
No bastan los ojos para poder leer, se pueden ver letras y no leerlas. Podemos ver un mundo creado y conformarnos con él, pero también podemos recrearlo, interpretarlo, organizarlo, leerlo con nuestra poesía, porque aún hay poesía.
Por: Jairo Mejía.