La palabra “ejido” deriva del vocablo latín “exitus” con equivalencia de “salida”. En La Colonia era la porción de tierra destinada a una población en su contorno para el uso comunal de sus habitantes, con el fin de proveer de pastos a los animales domésticos en soltura, así como de madera, agua y cacería, y en atención de dejar reserva para el crecimiento de las urbes.
A la ciudad de los Reyes del Valle de Upar por disposición de su Cabildo y Justicia Mayor se le apropiaron ejidos, lo mismo que a San Antonio de Badillo.
La mensura efectuada por el Alcalde Ordinario, José de Molina y Zúñiga, dice: “hice medir una cabuya de setenta y seis varas de la tierra y sus pulgadas que son cien varas castellanas”. La vara castellana entonces fue la unidad empleada. Cabe preguntar entonces, ¿a qué medida correspondía una vara castellana?
En la escritura colonial donde se registra el suceso, una de cuyas copias guardé en mi archivo personal, consta que se tomaron como punto de referencia linderos inestables que desaparecían con el paso del tiempo, como arboles de dragón de sangre, cotoprix, caracolí, etc., lo que hace investigar qué era una vara castellana, para poder ubicar la cobertura de los ejidos valduparenses.
Es de resaltar que para aquellos tiempos no teníamos un sistema métrico unificado, por lo que hay necesidad de saber la equivalencia actual de una vara castellana. Cuando fui Personero de este Municipio, me di a esa tarea, para lo cual escribí al doctor Jaime Gnecco Hernández, entonces Secretario General de la Embajada de Colombia en España, con el encargo de que indagara tal dato allá, pero este galeno ilustre, al contestarme después que efectuó sus indagaciones, me hizo saber que en la época en que se expidió el documento de los ejidos nuestros, en Castilla no estaban unificadas las medidas, por eso las varas castellanas de Valladolid, Burgos, Salamanca, y Ávila, así como de otras más, eran diferentes. Pero además de esta confusión, se suma que el documento de nuestros ejidos dice que éstos abarcan una legua en contorno, tomada desde el punto céntrico de la villa o ciudad. Algunos opinan que debe entonces medirse desde la plaza mayor, pero según la legislación castellana el punto céntrico era el templo más viejo de la ciudad o burgo, lo que varía ya la exactitud puesto que el convento de Santo Domingo según unos, fue el primero edificado, pero según otros el primer convento era una casona castellana, propiedad de la familia Martínez Torres, donde el doctor Aníbal Martínez tenía su bufete de abogado.
Ahora, si es una legua en contorno como predica el documento, tal legua pudiera ser un radio desde su punto céntrico, o un diámetro. Si es esto último entonces los terrenos ejidos serán la mitad, y el doble si se estima el radio. Creemos que la interpretación cabal es esta última, pues de los pocos linderos arcifinios que se mencionan en la escritura, está el arroyo de La Canoa, hacia el nororiente, que por esa distancia calza más con la idea del radio.
Fue el general Tomás Cipriano de Mosquera quien unificó nuestro sistema métrico decimal, pero se hace necesario estudiar las Siete Partidas de Alfonso el Sabio, La Curia Filípica, La Novísima Recopilación y las Leyes de Indias para que se efectué una conversión de valores antiguos a actuales, que por siempre agoten el tema. Orlando Fals Borda ha dicho (y estamos con él) que nuestro sistema latino de medidas y linderos, en un caos y una vergüenza.
Por Rodolfo Ortega Montero