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Croniquilla. Las Glosas Emilianensis

En Latitum o Lacio, cerca de Roma, nació el latín como lengua. Los romanos adoptaron tal idioma cuando en sus primeras guerras dominaron a esa región. Después lo extendieron a las provincias que conquistaban como a Tracia (Rumania), Lusitania (Portugal) Galia (Francia), Britania (Inglaterra), Germania (Alemania) e Hispania (España). Cuando se deshizo el imperio romano, el latín perduró como lengua universal por más de mil años, de tal manera que en la Edad Media los funcionarios, los jueces, el clero y los ilustrados de Europa hablaban un latín culto y la clase baja el latín vulgata. Las lenguas nativas de allá, se combinaron con el latín para dar origen a los idiomas románicos o romances (de Roma) como el portugués, rumano, francés, italiano y en España el castellano, catalán, navarro y aragonés.

Los monjes durante la Edad Media se ocuparon en traducir escritos del pasado, en sus monasterios. Pitágoras, Aristóteles, Sócrates, Homero, de la Grecia antigua, tanto como Polibio, Virgilio, Tito Livio y otros de Roma, se salvaron del olvido así como toda la información de aquellos tiempos del mundo, por esos monjes copistas.

En Castilla, provincia de Logroño, región de La Rioja, en la ladera de una colina desgastada, un monje que el Vaticano lo ungió como santo, Millán de nombre, fundó una comunidad de religiosos eremitas en el siglo VI d.C, y que por usar una capa corta llamada “cuculla” se denominó como monasterio de San Millan (o Emiliano) de la Cogolla. Allí, en una sala de tal convento llamada “escriptorium”, un monje anónimo escribió unos comentarios en lengua romance o román paladino, en las márgenes de los textos en latín, para guiar el entendimiento de algunas frases, hace un poco más de mil años. Fue la primera escritura del castellano naciente y que se conocen como Glosas Emilianensis.

En ellas, al concluir un sermón de San Agustín en latín, el monje, sin adivinar la importancia de su acto, escribió en romance castellano: “Con dueño Cristo, dueño Salvatore, qual dueño iet honore tremet al mandatione como patre, como Spiritu Santo, enos sieculos de los sieculos. Fracanos Deus ominipotes tal serbitio fere que denante ela sua face guadioso seyamos”. Vertido al idioma de nuestros días esas frases del castellano arcaico, dirían: “Con ayuda de nuestro dueño, dueño Cristo, dueño y salvador, cual dueño es en el honor y cual dueño tiene de mando, con el Padre, con el Espíritu Santo, en los siglos de los siglos. Háganos Dios omnipotente tal servicio que delante de su faz seamos gozosos”.

Después en el monasterio de Silos, también en Castilla, se hicieron las Glosas Silenses, con contenido de oraciones litúrgicas interpoladas con comentarios en romance castellano. En América, el castellano abundó su léxico con voces indígenas, y después con las africanas de los esclavos. Entonces el castellano cubrió como idioma gran parte de los mapas del mundo con dimensiones imperiales.

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Rodolfo Ortega Montero: