Por: Miguel Ángel Castilla Camargo
Somos la porquería que el carro del aseo no quiso recoger. Me imagino las miles de voces hablando de baja autoestima, complejidad humana, complejo de Edipo y Electra, personalidad bipolar, reingeniería del ser, amargura existencial, hiperventilación deficiente del Hipotálamo, de las neuronas atrofiadas, etc, etc,.
Bueno, mientras actualizan los Mandamientos y los 7 pecados capitales, la curiosidad de los hijos de Adán y Eva parece no tener límites. El hombre, piélago de infinitas perfecciones, al que Dios, después del suceso de Noé, prometió tratarlo con delicadeza, parece repetir la historia de Sodoma y Gomorra. La animalidad que exponemos, reafirma que somos seres imperfectos.
Razón tenía Carlos Marx cuando dijo “la religión es el opio del pueblo”. Ser cristiano con una biblia transgredida por machistas, con un Dios ajusticiador y un diablo asechando, es tan perverso como el que ama y no sufre. En otras palabras, no sigo las doctrinas hechas por los dueños del papel y la tinta. Sigo a Jesucristo.
Creo en el amor, entendido como el sentimiento que gobierna la vida y que alimenta la fe. Ah, también creo en muchos sacerdotes que no los gobierna el Episcopado, y en los dadores alegres que no hacen pactos ni concesiones.
Llenarnos la boca diciendo que somos católicos, cristianos, evangélicos, mormones, budistas, etc., es una verdad que no podemos sostener. Solo basta con leer los diferentes postulados para percatarnos que encajamos en la buena nueva de los cristinos, una especie de hombres y mujeres con una racionalidad confusa, con una mezquindad genética y una mentira compulsiva que controla y guía nuestras vidas. Son los únicos con un Dios diferente, que los complace, y que, incluso, utilizan como autor material para sus venganzas y maldiciones personales.
Digamos que es una ramificación de los criptocristianos, amalgamados con la malicia indígena, la desfachatez europea y el desenfreno negroide. Todo un sincretismo para el desecho. Un buen cristino es aquel que ve defectos en los demás, que considera yugo desigual al vecino, que bebe todos los fines de semana y que el domingo para compensar va a misa. Por eso de lunes a jueves vive irritado, estresado y emputado.
Es el acucioso que coloca cuota para una botella de ron, pero que no te regala una pastilla para el dolor de cabeza, que incluso le pregunta a su novia si le llegó el periodo menstrual para cancelar la cita. Es el súper macho que le pega a su esposa para reafirmarse como macho.
El cristino es hábil, infiel, le gusta la plata y a veces muestra compasión regalando lo que le sobra. Desea la mujer o el esposo del prójimo; es vicioso, habla mal de la competencia, es hambriento y no le cede el puesto en un bus a la mujer embarazada ni al anciano.
Es vulgar, obsceno, no respeta a los mayores, no hace cola en los bancos, ni en el cine, no le cede fácilmente el paso a otro en carretera, se vuela el semáforo en rojo, saca la mascota a que haga popó en el jardín ajeno, hace pasquines, amenaza y boletea, y celebra por ello. También mata cuando coge rabia, y come del muerto, y vive en la impunidad para vanagloriarse.
No le brinda un plato de comida al mendigo, no ayuda en casa en los quehaceres domésticos, no besa a sus hijos, se come todo lo que hay en la nevera sin pensar en el mañana, hace copia en el colegio y piensa que todo lo que consigue es por su esfuerzo. Indispone, tira zancadillas, habla mal del amigo, calumnia, envidia, odia, anda detrás del cruce, del porcentaje y de la comisión.
Dios mío, creo que también tengo mucho de cristino. Aclaro, el artículo aplica para hombres, mujeres, comunidades Lgbt, y las que faltan…
Moraleja: La verdadera dignidad, da dignos que no son pobres ni ricos, da seres libres.
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