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Creyendo positivamente

Por: Valerío Mejía Araújo

“Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan”  Hebreos 11:6

Felicitaciones para los vencedores en la contienda electoral. Ánimo para los que no alcanzaron. Pleno y solidario reconocimiento para el titánico esfuerzo de Alas. Querido tío Álvaro, como Dios sigue sentado en su trono de gloria, la vida es cíclica y el mundo redondo, vendrán mejores tiempos y oportunidades de reivindicación.
Existe un pensamiento popular acerca del poder de la mente y el pensar de manera positiva para alcanzar el éxito. Pensar es una función de la mente, la cual no puede sobrepasar la información que recibe. El intento de empujar la mente, más allá de sus límites resultará en desplazamientos desde la realidad hacia la fantasía.
Los auténticos cristianos tienen un verdadero potencial para alcanzar el éxito con el poder de creer de manera positiva. Ciertamente la fe incorpora la mente, pero sobrepasa sus limitaciones por cuanto opera desde el mundo sobrenatural, real e invisible. Creer lo que Dios es, lo que Dios dice y lo que Dios hace, es la clave del éxito. Creer en lo que Dios ha logrado para nosotros y quienes somos como resultado de su gracia y favor, es la base del crecimiento y la madurez.
Tenemos la tendencia a pensar que la fe es algún tipo de cualidad mística que no pertenece al mundo práctico y cotidiano, pero la fe es más concreta y  tangible de lo que reconocemos. Veamos algunos aspectos prácticos de la fe positiva:
Primero, la fe depende de su objeto. La fe no es un salto a ciegas hacia lo desconocido. Qué creo o en quién creo es lo que determinará si la fe será recompensada. Algunos objetos de la fe son sólidos otros no tanto. Tener fe en la fe, no tiene sentido; pero tener fe en Dios y su palabra traerá resultados positivos. Cuando falla el objeto de la fe dejo de tenerle confianza, no creo en ese objeto y doy entrada al desorden y la anarquía. Cundo la fe se daña o pierde, es difícil reconstruirla; el problema no es la fe, sino el objeto de la fe el que trae recompensa o destruye la misma. Así pues, el objeto principal de la fe es la inmutabilidad y fidelidad de Jesucristo quien nunca ha fallado en ser y hacer todo lo que dijo que sería y haría. En ocasiones procuramos vivir poniendo la fe en nosotros mismos o nuestras circunstancias, en vez de ponerla en Dios mismo y su palabra. Recuerda: La fe depende del objeto de la misma.
Segundo, la medida de la fe es directamente proporcional al conocimiento del objeto. A mayor conocimiento, mayor fe. Cuando luchamos con nuestra fe en Dios, no es porque el objeto sea insuficiente sino porque tenemos esperanzas irreales en Dios. Esperamos que él actúe de cierta manera o conteste la oración de determinada forma y cuando no ocurre así determinamos no tenerle más confianza.
Dios no cambia y la fe en Dios falla cuando mantenemos un falso entendimiento de él. Si queremos aumentar nuestra fe en Dios, debemos aumentar nuestro entendimiento de él como objeto de la fe.  Si tenemos poco conocimiento de Dios y su palabra, tendremos poca fe. El crecimiento de la fe no se logra apretando los ojos y diciendo: ¡Creo! ¡Creo! Cualquier intento de llegar más allá de lo que conoce de Dios y sus caminos, será entrar en el terreno de las suposiciones.
Decidimos creer en Dios de acuerdo a lo que sabemos que es verdad según su palabra y la única manera de aumentar la fe es aumentar el conocimiento y la comprensión de Dios, quien es el objeto de la misma. ¿Hay un límite para la fe? ¡Sí! Pero Dios no lo fija. Nosotros lo hacemos cuando limitamos nuestro conocimiento y entendimiento de Dios. Si Dios declara que algo es verdad, lo creemos y vivimos conforme a esa verdad, pero si Dios no lo dijo, ninguna cantidad de fe en el mundo hará que eso sea cierto. La fe no hace que la palabra de Dios sea verdad, su palabra es verdad y por eso le tengo fe.
Tercero, la fe es acción. Un trapecista en un circo preguntaba al público si ellos creían que él podía pasar la cuerda sin caerse. Todos respondieron afirmativamente, lo cual en efecto hizo. Luego preguntó si creían que podía volver a pasarla llevando una carretilla, a lo que algunos gritaron: ¡Sí! El trapecista respondió: “Si de verdad lo cree, venga y siéntese en la carretilla que yo lo pasaré al otro lado” ¡Ninguno aceptó! La fe es activa, firme, dinámica, se exterioriza, se manifiesta.  La fe sin acción está muerta y si no se expresa, no es fe. Para poder creer en Dios y su palabra, uno tiene que hacer lo que él dice. Si no lo hace, en realidad no cree en él porque la fe y la acción son inseparables.
Tristemente, la imagen que proyectamos hacia fuera es que la iglesia de Jesucristo es un grupo de personas que se suponen con fe pero nada hacen. El verdadero propósito de la fe es que lleguemos a ser agentes de cambio, manteniéndonos firmes y logrando algo para Dios en este mundo. Podemos decir que tenemos fe en Dios y su palabra, pero si no estamos involucrados activamente en su obra, no creemos en realidad.
Amado amigo lector: Un consejo final, la verdad principal que necesitamos saber en cuanto a Dios objeto de nuestra fe es que su amor y aceptación son incondicionales. El amor de Dios hacia nosotros es el gran elemento eterno y constante en medio de las cosas inconstantes de nuestro diario caminar. Claro, Dios quiere que hagamos lo bueno, pero más que eso quiere que aceptemos su identidad y vivamos como dignos hijos de Dios, y aun cuando se nos olvide quiénes somos,  Dios nos seguirá amando. Dios quiere que caminemos en fe, pero aún si tropezamos y caemos, él nos seguirá amando.
¿Quieres orar conmigo?  “Querido Dios: Ayúdame a conocerte para poder confiar en ti. Te entrego mi corazón y mi vida. Llénala de tu conocimiento como las aguas cubre la mar. Amén.”
Te mando un confiado abrazo en Cristo.
Valeriomejia@etb.net.co

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