Al referirnos a prácticas, queremos dar a entender lo que hacemos de acuerdo a nuestras creencias de manera normal y cotidianamente con el propósito de abrirnos paso, desenvolvernos para desarrollar ideales, aprendizaje y todo nuestro potencial proactivo; además lo que podamos abarcar en el lapso de nuestras vidas.
Ahora resulta que con base en esas creencias se ejecutan comportamientos que desbordan principios y se argumentan como normales; son conductas con dolo que van dirigidas a dañar, a afectar o injuriar al semejante que tiene otra creencia; se está aplicando justicia por propia mano. Surgen al unísono y en alto tono los juicios sociales.
El fanatismo influye y altera las creencias, es más antiguo que cualquier Estado, Gobierno o sistema político; ha estado presente en el entorno humano, incorporándose a grupos religiosos y políticos que no encuentran en la interacción de sus ideas, volviéndose agresivos y violentos en su andamiaje al tratar de defenderlos.
El escritor Erich Fromm en su libro ‘El Miedo a la Libertad’ señala que todo fanatismo es un intento regresivo de escapar del surgimiento del individuo y la libertad debido al miedo que ello causa. El miedo se da ante la angustiosa sensación de separación y aislamiento al crecer, que no se resuelve de una manera sana estableciendo vínculos afectivos con los demás; sintetizando podría decirse que el fanatismo es causado principalmente por una mezcla de ignorancia y miedo; en una sociedad donde no existan ni el miedo ni la ignorancia no se dará cabida a que nazca el fanatismo. No tenemos que llegar a ningún acuerdo con la ignorancia o el fanatismo, esto es desfallecer ante nuevas ideas; en la cabalidad esto es lo que cabe a cada uno, hay cosas y situaciones que se encuentran bien; pero también hay cosas inaceptables. Las prácticas desfasadas, agresivas y violentas deben ser rechazadas de plano. El desafío que nos debe preocupar es de ejecutar sanas prácticas que nos permitan vivir y dejar vivir, aclimatando una verdadera y sana convivencia, aunque no compartamos las mismas ideas.
Las practicas tienen sus límites, debe ser así, los tiene en cualquier ordenamiento jurídico; no existen derechos ilimitados; todo derecho tiene su límite de ahí que merece tener en cuenta que nuestro derecho termina donde nace el de nuestro semejante, sea este de cualquier credo religioso-político; cuando se habla de derechos limitados se está haciendo relación principalmente a los llamados derechos de libertad, aquellos derechos que permiten actuar al individuo en determinado ámbito. El artículo 20 de nuestra Carta Magna garantiza a toda persona sea nacional o extranjero la libertad de expresar, difundir su pensamiento y opiniones, teniendo como tope la responsabilidad social y no habrá censura. La libertad de expresión en nuestra legislación es un derecho fundamental que contribuye al fortalecimiento democrático; sin embargo a lo que algunos sostienen este derecho tiene sus límites bien definidos en las legislaciones del mundo.
El fanatismo es un disparador de comportamientos agresivos y violentos, pues solo envía mensajes de caos. Las creencias en sí no son castigadas, están en nuestro pensamiento; cuando estas salen luego de recorrer el iter criminis (camino al crimen) y se materializan con agresividad y violencia, involucran conductas nocivas para la sociedad; es allí donde la justicia entregará sus correctivos a ese comportamiento desfasado e ilegal del individuo ya sea en lo nacional o internacional.
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