Siempre que se aproximan las campañas políticas por lo general, aparecen algunas firmas encuestadoras para pulsar a la opinión pública. ¿Con qué fin se hacen estas encuestas? La finalidad es medir el efecto de los aspirantes frente a la opinión. Las encuestas son sondeos periódicos sobre las campañas políticas, consideradas en el medio y en el periodístico como el mejor barómetro de cualquier contienda electoral.
Se utilizan para conocer la imagen de los candidatos para luego tomar las medidas correctivas de sus campañas en busca de la solidaridad y respaldo electoral. Igualmente, se quiere saber cómo van las cosas, pero no hay tiempo ni dinero para salir a medir a toda la población, se toma una pequeña muestra con la esperanza de que lo que allí se encuentre sea lo mismo que se encontraría en toda la gente. En teoría, el tamaño de la muestra está dada por una arcada formada que relaciona la distribución de probabilidad poblacional con el error tolerante, pero en la práctica el tamaño de la encuesta depende de cuánta plata haya para hacerlo.
Para que una encuesta sea seria y buena (sin “sesgo”) debe cumplir el principio básico de que la muestra sea representativa del resto de la población.
El típico ejemplo de clase, que cuando las mujeres prueban la sopa están tomando en efecto una muestra estadísticamente representativa sobre la cual deciden si al resto le falta sal, es sólo válido si la población es homogénea, como la sopa, esto es sin la mezcla de personas y preferencia es similar en todas partes.
Pero, ¿qué ocurre si hay un terrón de sal flotando en la sopa y por casualidad cae justo en la cuchara de prueba? Que la señora va a decir que la sopa está salada, y entonces amenaza que va a botar a la muchacha del servicio. Igual pasa con las encuestas.
Si por casualidad o mal diseño de la muestra hacemos una mayor proporción de las encuestas donde hay más seguidores de un candidato, los resultados serán sesgados. Por ejemplo, si la encuesta se hace en la tertulia del “Turco Pavajeau” sabremos quién va a ganar, y si por el contrario la hacemos en otra tertulia habrá otros ganadores, y si la hacemos en el barrio “La Nevada” sabemos que ganará X. Así de sencillo. Esto es lo que ha venido sucediendo.
Por eso, escoger la muestra es vital, ya que estrictamente hablando los resultados de las encuestas son válidos, única y exclusivamente para la muestra, extenderlos al resto de la población es siempre un acto de fe. Por eso se espera mucha veracidad en las últimas encuestas que se hagan.
Vengo notando que algunas encuestas que han salido son amañadas, y, óigase bien, estas encuestas exigen un mínimo de ética, o si se quiere de decencia, para que quienes la practiquen no traten de influir sobre el electorado vallenato. Se deben hacer con todo el rigor profesional y técnico para que así no se siga engañando a los electores.
Y como es mi costumbre trataré otros temitas:
Mis felicitaciones a las directivas del Diario El Pilón por el evento y celebración de sus 25 años. Acto realizado en el Centro de Convenciones “Crispín Villazón de Armas” con mucha solemnidad y elegancia. Felicito de manera especial a Juan Carlos Quintero, presidente ejecutivo de El Pilón, Clara Inés Araujo, gerente general y mi gran amigo Andrés Llamas, su director.