Por: Amylkar Acosta M1
Entre las principales metas que se planteó el Presidente Juan Manuel Santos en su programa de gobierno está la de alcanzar un mayor crecimiento de la economía y reducir sustancialmente la tasa de desempleo. En su Plan de Desarrollo Prosperidad para todos se hizo la apuesta por un crecimiento sostenido del PIB superior al 6% y una tasa de desempleo de un solo dígito. Se partió del presupuesto okuniano a rajatabla, que el mayor crecimiento per se garantiza la disminución del desempleo, fundados en la teoría del economista estadounidense Arthur Okun, según la cual entre uno y otro existe una gran correlación.
No obstante, en la última década en Colombia ha hecho carrera un modelo caracterizado por el crecimiento sin empleo. A despecho de la teoría de marras la generación de empleo no responde a los estímulos del crecimiento, a tal punto que ni siquiera en el 2007, cuando la economía colombiana alcanzó el mayor pico en su crecimiento, cedió el desempleo, debiendo soportar el país una tasa de desempleo del 11.4%, que no se compadece con una tasa de crecimiento del PIB del 7.5%.
En los últimos tres años, después de un magro crecimiento del PIB en 2009 a consecuencia de la Gran crisis global (1.7%), la economía tuvo un repunte en el 2010 con un crecimiento del PIB de 4% y cerró el 2011 con un esforzado 5.9%. Pero esta mayor dinámica en el crecimiento del PIB no se vio reflejado en un descenso significativo de la tasa de desempleo para esos mismos años, la cual se situó obstinadamente en el 11.8% en 2010 y 10.8% en 2011, contra un 11.3% de 2009, que fue un pésimo año para la economía.
El Gobierno se apresuró a celebrar el hecho de que en el mes de septiembre del año anterior se había alcanzado el objetivo de una tasa de desempleo de un solo dígito (9.7%), pero la dicha sólo se prolongó hasta el mes de diciembre, al consolidarse al final del año 2011 en dos dígitos nuevamente. Arrancamos enero de este año con una tasa de desempleo del 12.5% y los datos más recientes reportados por el DANE nos alejan cada vez más de la meta de un solo dígito en la tasa de desempleo.
En muy buena medida esta disfuncionalidad entre la tasa de crecimiento y la generación de empleo se explica porque el mayor crecimiento de la economía en la última década ha descansado sobre sectores que son intensivos en capital y no en trabajo, como es el sector de minas y petróleo. Este sector ha experimentado un hipertrofiamiento en los últimos años, merced al auge de la demanda en los mercados internacionales de productos básicos y a la espiral alcista de sus precios. En efecto, según el más reciente reporte del DANE se obtuvo un inesperado crecimiento del PIB en el segundo trimestre de este año del 4.9%, pero deslucido por una caída de la industria manufacturera del 0.6% para dicho trimestre y del 0.2% para todo el primer semestre.
Como lo señala el profesor Jorge Iván González, “el equipo económico de Santos debe reinterpretar esta mirada ingenua de la Ley de Okun. Solamente habrá simetría entre los cambios en el producto y las variaciones en el desempleo, si el producto aumenta en actividades que efectivamente generan puestos de trabajo como la agricultura y la industria, por ejemplo. Un crecimiento basado en la extracción de minerales y en la especulación financiera no favorece la creación de empleo”2. Y aún, en tratándose de estos otros sectores se presenta una gran desproporción entre su crecimiento y el empleo. Es muy diciente que en los últimos doce años mientras el sector manufacturero creció el 52%, en el mismo lapso el empleo, en lugar de ser mayor, cayó el 16%.
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