En columna anterior tratando de explicar a la gente de hoy cómo era el asunto de los marconigramas lo que causó hilaridad y mucha sorpresa, hice mención también a los radioaficionados y a la radioafición, actividad en la que me inicié por allá en 1964, y a la que con este escrito deseo rendir un homenaje. Estudiaba el bachillerato y por supuesto era menor de edad. Actividad esta con la que me tropecé sintonizando la onda corta en un receptor de transistores marca Sanyo, escuchando un diálogo entre personas de acento y temas conocidos pero a quienes no pude identificar y con quienes no podía comunicarme pues solo poseía la capacidad receptora. En esas estaba cuando acudí a Víctor Almario, prominente técnico al servicio de TELECOM y le pedí que me fabricara un pequeño trasmisor de radio dándole las orientaciones de lo que quería, obteniendo como resultado un minitrasmisor transistorizado que no llegaba a tener un vatio de potencia, casi un juguete, pero que conectado a un alambre que hizo el papel de antena logró el milagro.
Las personas resultaron ser Carlos Enrique González Arrázola y Eduardo Ibáñez Jiménez, personas conocidas y que con el trascurso de la vida llegué a querer como a unos hermanos mayores. Hoy en el oriente eterno. Ellos previa sorpresa y escepticismo me abrieron las puertas no solo de la radioafición sino de sus casas y familias, y me llevaron de la mano a transitar un camino que hoy todavía recorro y en el que espero marchar hasta el final de los días. Mi permiso o licencia tiene más de sesenta años y desde esa época mi estación se identifica como HK1ATS y con la cual obtuve notables logros, hasta que por razones de estudios profesionales fuera de mi tierra hube de suspender por unos años.
En esa época mis comunicaciones eran en onda corta, banda de 40 metros, y Amplitud Modulada (AM), técnica que no permitía fácilmente contactos a muy larga distancia, hablamos de miles de kilómetros, quedando el entorno cotidiano reducido a zonas relativamente estrechas que, como en mi caso, tenía límites en parte de Colombia y Venezuela, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, pues ya México era otro cuento. El Caribe era cómodo contactarlo y los cubanos era muy activos.
Llegamos a ser una especie de TELECOM, por ejemplo, con Panamá, país nada fácil de comunicarse. Siendo que a mi casa iba con frecuencia una querida amiga panameña a saber y conversar con su familia.
A ciertas horas del día y en determinadas frecuencias se formaban “ruedas” y allí se cosechaban y aún se hace, relaciones de amistad e inclusive más de un matrimonio de allí surgió.
En mi caso tuve amistades en Mompox, La Gloria, Magangué, Lorica, Cartagena, Barranquilla, Valledupar, Chitré (Panamá); recuerdo apellidos cómo Cortez, Abuabara, Meneses, González, Herrera, Ducreux, Flórez, Llaña, entre otros.
Cuando la tragedia de las corralejas en Sincelejo mis equipos estuvieron al servicio de la comunidad con base en mi oficina profesional y además móviles en el aeropuerto Las Brujas y en el Hospital Regional de Sincelejo. Fue notable el apoyo que mis amigos operadores brindaron durante esa dura experiencia.
Hoy opero un equipo no muy moderno pero que me ha permitido reverdecer en algo los laureles juveniles. El panorama es muy distinto, pero la gente que persiste es de la misma condición. Hoy se cuenta con medios en la web, satélites y modernos y potentes equipos los cuales se controlan mediante la voz. Hay una notable actividad en VHF (Very High Frecuency) la cual resulta muy útil en los casos de colapso de las comunicaciones telefónicas.
Una red de onda corta en Single Side Band (SSB) nunca va a fallar, es el último refugio, siempre va a estar allí. Hoy tumban una torre y no hay celular, ni datos ni nada. Peligroso.
La radioafición es una actividad organizada universalmente y la Naciones Unidas entre nosotros es la IARU- International Amateur Radio Union.
Me despido en clave y les digo: 73 y DX, es decir buena suerte y muchas comunicaciones a larga distancia.
Y CQ 40 es: ¡llamando en 40 metros por favor respóndame alguien y ahhh! Sorpresas.
Por: Jaime García Chadid.