El pasado domingo se celebró una integración familiar en Valledupar con más de 550 Cotes que llegaron de varias ciudades del país, convidados por la coordinadora del evento Karelis Cotes y las hermanas Rita y Naima Cotes.
Los asistentes fueron niños, jóvenes, adultos y ancianos. Fue un magistral encuentro de 12 horas de familiares que algunos no se conocían a pesar de ser parientes muy cerquita. Hubo alegres carcajadas como solo los Cotes suelen hacerlo, llantos y pasiones. La alegría se les veía en sus rostros, pero también hubo momentos de inconformidad y algunos descontentos que se deben solucionar para no politizar y darle contenido político al tema. Hay que dar la pluralidad religiosa sin evidenciar el liderazgo a los evangélicos ni a los católicos, evitar la manipulación de los organizadores y acabar con las diferencias, porque “Todos somos Cotes”, como dice la genial canción vallenata de Naima.
Sin embargo, esos malestares pasaron por alto, porque los abrazos se multiplicaron como el que se dieron las familias Cotes Riascos, Cotes Molina, Cotes López, Pumarejo Cotes, Botero Cotes, Cotes Mier, Nora Cotes, etc.; las colonias de Cartagena, La Guajira, Magdalena y Atlántico, los Pimienta Cotes, Cotes Ortega, Esperanza Cotes, los Cotes Cotes, Cotes de Armas, Cotes Guerrero, en fin, todo el coterío del país y el exterior.
Entre el coterío estaba Rosángela Pimienta Naranjo, magíster en Gerencia y Práctica del Desarrollo Sostenible, especialista en Responsabilidad Social Empresarial y profesional en Finanzas y Relaciones Internacionales, con más de 18 años de experiencia en la planeación estratégica, la gestión de alianzas y la coordinación efectiva de programas orientados a la transición energética, el desarrollo socioeconómico y la agroecología en la Región Caribe. Una especializada y académica líder de la familia Pimienta Cotes.
La invité a que escribiera sobre la integración, dijo: “Este evento fue convocado con el propósito de conocerse, conversar y divertirse. La jornada incluyó un conversatorio sobre los orígenes y el árbol genealógico del apellido Cotes, seguido de presentaciones musicales de vallenatos interpretados por músicos de la familia, danzas como La Yonna (wayuu) y El Pilón, fue algo sensacional, inolvidable”.
Precisó que los asistentes reafirmaron que, más que un apellido, “ser Cotes es un estado del alma”. “Es un estilo de vida que, en su esencia, es original, ancestral. Fuera de este contexto, los Cotes se distinguen por su gracia y su facilidad para la expresión oral y escrita, siempre oscilando entre la genialidad y la ‘locura’. También comparten rasgos de personalidad que los definen: no duermen, nunca tienen hambre, pero siempre comen, poseen un carácter fuerte, un sentido de pertenencia y se sienten valiosos tanto dentro como fuera de su clan. En cuanto a su genética, se destaca la mezcla con la etnia wayuu, sus ojos expresivos, ojerosos, y su estatura mediana y delgada”, dijo.
Rosángela asegura que nacer Cotes es una bendición. “Es llevar en la sangre la capacidad de lograr lo que se desea, de vivir intensamente el presente y de tener la convicción de que somos y seremos una familia que perdura, que sabe luchar, que alcanza sus metas y que se deja impregnar por el entorno, sensible a las expresiones artísticas y a la defensa de los derechos humanos”.
Finalmente, propuso: “Para cerrar esta integración, y con el ánimo de seguir haciendo historia y fortalecer los vínculos de sangre que como familia les permitirán ser más fuertes y unidos, se espera el diseño de una Escuela de Formación sobre la Historia de la Familia Cotes, así como la conformación de una Red de Cotes para ofrecer y prestar servicios y productos dentro de la misma familia”, concluyó. Hasta la próxima semana. tiochiro@hotmail.com @tiochiro.
Por Aquilino Cotes Zuleta.