X

Corramos con paciencia

Por: Valerio Mejía

“… despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carreara que tenemos por delante, puesto los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”. Hebreos 12:1

Se define la paciencia como esa virtud consistente en sufrir resignadamente los males y adversidades. Es una virtud opuesta a la ira, que nos permite disfrutar de tranquilidad y sosiego en la espera de las cosas. Así, la persona paciente es aquella que tolera y aguanta los trabajos y vicisitudes de la vida sin perturbación del ánimo.
El paciente es aquella persona que, de cara a las circunstancias de la vida, no se deja arrebatar la alegría y no se desestabiliza en su calma y buen juicio. La impaciencia –o falta de paciencia- ha sido el mal de muchos y la ruina del liderazgo transformador de la historia antigua y reciente.
Esto ocurre cuando en cambio de esperar el fruto y los resultados normales de los transcursos de la vida misma, nos convertimos en agentes, pretendiendo cambiar las circunstancias a nuestro propio acomodo sin valorar las leyes de los procesos crecientes a las que estamos sometidos.
El correr con paciencia es una cosa muy difícil, casi que contradictorio. La idea de correr, sugiere precisamente la ausencia de paciencia, y el afán propio de alcanzar la meta propuesta, sustentado en los recursos propios.
Normalmente asociamos la paciencia con el desaliento, el desánimo y la melancolía. Pensamos en ella como en esa aureola que rodea al enfermo y al lecho del inválido y esa resignación propia de los enfermos terminales o de los reos condenados sin esperanza de alcanzar su libertad.
Querido, amigo lector, existe una paciencia que, aun cuando es más difícil de alcanzar, es mucho más firme, y es aquella paciencia que puede correr. Bien es cierto que el reposar en el tiempo de la aflicción y el permanecer quieto y confiado sin caer en la queja y la amargura bajo el golpe de la adversidad, requiere una gran fortaleza. Pero, hay algo que requiere una fortaleza, aún mayor: Es el poder para trabajar bajo el golpe recibido. Es el tener un gran peso en el corazón y aún correr. Es el tener un dolor profundo en tu espíritu y – sin embargo-, cumplir con tu tarea cotidiana. Es el no permitir que las circunstancias, por dolorosas que puedan llegar a ser, te desvíen del camino trazado. Es el conservar la calma y el ánimo pronto en la lucha diaria, aun a sabiendas de las pocas posibilidades de ganar. Es conservar la honestidad y la gallardía propia de nuestra profesión o trabajo. Es estar dispuesto a sufrir con tal de mantener en alto nuestro buen nombre y el de los nuestros. Es el poder levantarnos desde las cenizas del fracaso y la desolación. Es el levantar los ojos hacia Jesús y decidirnos a mirarlo sólo a él.
La dificultad está en que a la mayoría de nosotros se nos llama a ejercitar nuestra paciencia no en la quietud de nuestras casas, ni en la espera de un hospital, ni en un cuarto de velación, sino en la calle. Se nos llama para que venzamos nuestras aflicciones no en el reposo aletargado, sino en el servicio activo: en la oficina, en la fábrica, en la universidad, en nuestro trato con otros, en nuestras relaciones familiares, en la manera como contribuimos y aportamos a la felicidad de otros, en el mejoramiento a la calidad de vida de los que me rodean. Y honestamente, confieso que no hay enterramiento de aflicción más difícil que el vivir en función de los otros, procurando siempre ser factor de alivio y transformación para otros. A la larga, sólo eso nos llevaremos cuando partamos, el haber servido y amado a otros, el haber contribuido a que las personas a nuestro alrededor y nuestro propio entorno hayan sido transformados para bien.
Nuestra invitación para hoy: ¡Seamos pacientes en el esperar y en el correr! Un esperar en la confianza y un correr en las promesas.

“Querido Dios: Ayúdame a correr con paciencia la carrera que tengo por delante. Que tu vara y tu cayado me infundan aliento. Gracias. Amén”.
Saludos y muchas bendiciones en Cristo

valeriomejia@etb.net.co

Categories: Columnista
Valerio_Mejia_Araujo: