Amilkar Arias solo recuerda que sus padres lo ofrecieron a Dios para que la sanara de asma, que no lo dejaba vivir en paz y por eso desde que tiene uso de razón bailaba vestido de negrita con una falda y sombrero de flores para pagar la ‘manda’ que ofrecieron sus padres para poder ser un hombre sano.
“Bailo en la danza de los negros desde que tengo uso de razón por una manta que pagaron mis padres porque sufría de asma, entonces me vestían de falda y me ponían en la cabeza un sombrero de flores y danzaba con mis padres al compás del tambor en cada Corpus Christi”, me contó Amilkar, sosteniendo, como si fuese un tesoro, una espada de madera pintada con motivos religiosos.
Explicó que el Corpus Christi es una celebración que lleva siglos en Atánquez y que no sabe a ciencia cierta cuántos años lleva su realización y que solo se da un jueves cada 365 días.
En la explicación que me dio Amilkar, quien baila en los negros hace 28 años, estas danzas constituyen una ofrenda, sacrificio o una forma de devoción para dar gracias a Dios por los beneficios recibidos por cada danzante o como una forma de cumplir las promesas dadas a personas importantes en la vida de ellos.
La saya que es con lo que se cubren el cuerpo los danzantes, está hecha de una palma llamada dugao que crece en los manantiales de la Sierra Nevada y cada danzante recoge la suya todos los años para elaborar su saya de Cucamba.
“Los diablos que hoy en día son 35 personas, usan un cuero de ovejo, espejos, espuelas, cascabeles y otros amuletos”, me explicó Amilkar.
Las negritas o negros es el grupo más numeroso y durante sus presentaciones debe detenerse a versear en los altares que arman los habitantes en las terrazas de sus casas; visten con falda estampada, sombreros de cintas de colores y los hombres llevan un machete de madera pintado con imágenes religiosas.
“El mismo recorrido se hará a las 6:00 de la tarde en las casas de todos los danzantes hasta muy tarde, ahí los adultos beben chirrinchi, el trago típico de acá y juegan entre sí para enseñar a los menores las habilidades de baile”, me explicó el mamo menor John Torres.
Ocho días después, según me explicó Amilkar, sucede algo mágico. “Después de la extraordinaria experiencia del Corpus Christi sucede ‘La Octava’, todos los danzantes nos reunimos antes de que salga el sol en un sitio que se llama la ‘Piedra lisa’, donde esperamos a ver que nos predice Dios para el próximo año”, aseveró Amilkar.