Por: Gustavo Cotes Medina
Los tratados de libre comercio negociados por el Gobierno colombiano siempre se encuentran con fuertes y documentados opositores que por debajo de las sábanas defienden sus intereses particulares con supuestas argumentaciones de interés general como la producción, la industria nacional y el desempleo.
El ejemplo se evidenció en los TLC con los Estados Unidos, Centroamérica, la Unión Europea y ahora con la etapa final del tratado con Corea del Sur. Las partes interesadas utilizan argumentaciones públicas defendiendo sus intereses privados, como lo afirma Rudolf Hommes.
Generalmente, los opositores a los tratados logran que se les preste mayor atención en los debates y pueden sesgar las decisiones del Gobierno, en oposición al interés general. En esta encrucijada, los sectores afectados tratan de mantener sus posiciones de privilegios que en la mayoría de los casos provienen de los sacrificios que se les imponen al consumidor y al contribuyente.
Las bondades de los tratados hay que medirlos por lo que beneficia a la economía en su conjunto y no solamente al sector afectado. Por lo tanto, no podrían ser de una sola vía.
Hoy, como en toda negociación seria, el TLC de Corea del Sur con Colombia se está desempantanando porque los dos países están aflojando sus posiciones. Se está despejando el panorama que se mostraba incierto. Corea cede en su mercado agropecuario y Colombia envía señales positivas en el campo de vehículos, autopartes y electrodomésticos, de gran interés para el país asiático. Las discusiones entre las dos economías están entrando en una nueva fase de entendimiento.
Corea del Sur puede ser un buen aliado para afianzar las relaciones con Asia-Pacífico y para ingresar a APEC. Además, es uno de los líderes en inversión extranjera en América Latina y ese valor agregado se dirige especialmente a los países que tienen tratados de libre comercio con Corea. Se estima que los beneficios del tratado son importantes y de gran impacto para nuestra economía.
La apertura de Corea a los alimentos de Colombia no es total, pero presentó condiciones aceptables para más de 90 productos de los 112 que no incluía en el programa de reducción de aranceles. Corea ofreció a Colombia acceso en azúcar, frutales, hortalizas, carne de cerdo, avicultura, algunos quesos, flores, café, petróleo, ferroníquel y otros productos.
Las negociaciones del tratado tienen ahora más despejado el camino hacia un final que presenta un panorama alentador para cuando se vuelvan a reunir en Colombia el 27 de febrero. Ahora, los dos países analizan los avances alcanzados en la cita de Washington y le están buscando soluciones a los puntos pendientes que apuntan al cierre del proceso negociador.
Sin embargo, en nuestro país, algunas ensambladoras de vehículos, autopartistas, fabricantes de electrodomésticos, organizaciones sindicales, académicas e incluso algunos sectores del agro, mantienen sus reservas al TLC con Corea, porque consideran que estos sectores serán los más afectados con el acuerdo comercial. En la sección de alimentos los coreanos tienen severas y exigentes restricciones de negociación.
Juan Camilo Restrepo afirma que con un TLC bien negociado con Corea, el sector agropecuario dejaría de ser la cenicienta de los acuerdos comerciales. El tratado tiene fuertes contradictores y también hay quienes lo defienden con argumentos sólidos y bien documentados.
El acuerdo comercial en la medida que Corea abra sus puertas aceitadas a la producción agropecuaria y Colombia haga lo propio con los vehículos, autopartes, electrodomésticos y las delegaciones avancen en el espinoso tema de la reducción gradual de aranceles, tendremos como resultado un tratado balanceado con economías complementarias que presenta otros factores a favor como el punto de partida de Colombia en su integración con Asia, especialmente en el inicio de las negociaciones con Japón, y a su posible ingreso a APEC. Son otras variables importantes que es necesario considerar en el juicio de las opiniones autorizadas y de los equipos negociadores para cerrar este proceso que se muestra alentador y promisorio.
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