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Convicciones

“Aunque él me mate, en él esperaré”: Job 13, 15. En este texto podemos encontrar la base de una vida de grandeza para con los asuntos del reino de Dios. Esta declaración maravillosa de Job revela una de las razones por las cuales el Señor, al inicio del libro, lo describe como un varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.

Muchos conocemos la historia de Job. Esta confesión la hace luego de un prolongado intercambio entre él y sus tres amigos que había llegado a consolarlo: Elifaz, el temanita; Bildad, el suhita, y Zofar, el naamatita.

Ellos guardaron silencio por siete días, pero luego se sintieron con autoridad para explicarle a Job la razón de las calamidades que le habían sobrevenido. Con la misma convicción que poseen algunos de los líderes de nuestro tiempo, estos tres creían que el sufrimiento de Job estaba directamente relacionado con algún pecado oculto en la vida de su amigo.

Su argumento era que, si estuviera en integridad, no pasaría por esos malos momentos. Postura, además, errada por cuanto a la gente buena también le pueden ocurrir cosas malas.

Algunos pueden pensar que con esta actitud Job estaba tercamente justificando su posición y declarando que no cambiaría de opinión, aunque Dios lo matara. Lo contrario, esta actitud revela un espíritu humilde y temeroso de Dios, sometido a sus designios y dispuesto a mantener su fidelidad a toda prueba.

Pienso que Job, al igual que nosotros, no entendía la razón de la desgracia que había venido sobre él y su familia. Si miramos el asunto con ojos humanos, no vemos con claridad la imagen de los propósitos eternos de Dios. Sin embargo, Job se alzó por encima de las circunstancias y no perdió de vista a su Señor y más allá del sufrimiento, confió en que la bondad y misericordia de Dios era perpetua, aun a pesar de que Dios actuara de manera incomprensible para él.

De hecho, de la lectura del libro podemos inferir que Job estaba confundido por lo que había pasado. En medio de esa confusión, sin embargo, existía esta certeza: aun si llego a perder mi vida, sé que Dios no obrará injustamente conmigo. Dios es bueno y recto y recompensa a todos los que en él esperan.

Amados amigos: esta convicción inamovible constituye el fundamento sobre el cual se construye una vida de fe que agrada a Dios y nos permite caminar en victoria de cara a las circunstancias de la vida. Mientras permanezcamos en esta tierra nos tocará transitar por situaciones de angustia y sufrimiento.

Pero algo que nunca debe cambiar en nosotros es la convicción de que nuestro Dios es bueno y justo. Aunque todas las posibles evidencias parezcan señalar algo diferente, sabemos que él jamás perpetrará una injusticia ni se hallará despropósito y maldad en su persona.

Seguramente pasaremos por situaciones de sufrimiento, pero no tenemos que pasar por la angustia de pensar que esto se deba a que Dios nos ha abandonado. Aun en medio del dolor y sufrimiento podemos decir con Job: ¡Yo sé que Dios es bueno y su misericordia es para siempre!

Un saludo cariñoso y muchas bendiciones del Señor.

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Valerio_Mejia_Araujo: