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Conversatorio sobre la canción vallenata en Barrancabermeja

En medio de la lluvia, el viernes 5 de octubre, a las 2 y media de la tarde me embarqué en un bus climatizado en el terminal de Valledupar, hasta Aguachica, haría trasbordo, compré el tiquete para las 11. El bus no llegó y me cambiaron para las 3 y media de la madrugada; la lluvia siguió y aguantando el frio en la estación estuve hasta que llegó el bus, no llevé abrigo para el aire acondicionado y fue un martirio; entramos a B/bermeja con la inseparable lluvia a las 7 de la mañana, el conversatorio era a las 8 y media, el hotel incluía en su costo desayuno, recibí la tarjeta llave de la habitación y con maletín en mano pasé al restaurante, desayuné y fui a la habitación.

El pantalón escogido para el acto se quedó, llegó el organizador y presidente del Festival de Acordeones de Río de la Magdalena, Gregorio Ortiz, y salimos a buscar un almacén. Pero, era muy temprano, me cambié la camisa y ya en el auditorio de la Universidad de Barrancabermeja, anuncios, aplausos y a lo que venimos: La canción Vallenata como elemento de integración social, vehículo del folclor vallenato, expresión de poetas trovadores, aglutinación y uso de géneros y figuras literarias, estructura melódica y literaria, experticia empírica de campesinos ágrafos, cual don divino para nuestros compositores, elemento principal de la parranda, diferencia entre juglares y trovadores, la canción Vallenata como cultura de río. Es tan extenso el tema que tres horas sin espacios lúdicos para refrigerios no alcanzaron.

Mi gran amigo Alfredo Baldovino se vino con su señora en su carro desde Bucaramanga, y debido a un derrumbe en la carretera, llegó cuando terminamos, se lo agradecí sinceramente. Entramos en la sección de fotografía y se me acercó Huber Del Valle, no lo conocía y me entregó un libro con una foto mía en la carátula y me dijo: Rosendo yo leo tus columnas en EL PILÓN y mira: las compilé en este libro; te lo regalo. ¡Ay caray! me emocioné, la gratitud me hizo ver a Huber cual viejo amigo y salí con Gregorio hacia la rivera del río Magdalena, nos deleitamos con un espectacular almuerzo de bocachico fresco y el paisaje bellísimo; coronamos y conocí el patito yuyo experto nadador. Gregorio me embarcó en una buseta de regreso para Aguachica y allí tomé el bus de regreso y llegué el sábado a las 11 y 45 a la capital mundial del vallenato, gestora del festival más importante de Suramérica. Gracias Barrancabermeja.

Por Rosendo Romero Ospino

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