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Contrastes de la economía nacional

Definitivamente la de Colombia es una economía de contrastes, y así lo puede confirmar cualquiera que lea sistemáticamente los diarios y revistas especializados en economía y negocios.
En efecto, se trata de una economía que, en su conjunto creció un 5,9 por ciento el año pasado (2011), que tiene una inflación de un dígito y bajo control, que presenta un aumento en la inversión nacional y extranjera y un auge del consumo, que se palpa en la venta de vehículos, motos, casas y otros bienes durables. Los pronósticos siguen siendo positivos y por ello el Ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverri Garzón, habla que se puede esperar un crecimiento económico que estaría entre 5 y 6 por ciento para 2012.
Y sin duda se trata de una economía fuerte, diversa y que promete, quizás la cuarta o quinta de América Latina, luego de Brasil, México y Argentina. La historia de Colombia muestra una economía con una senda de buen crecimiento, pocos períodos de recesión, inflación moderada y una gran estabilidad, a pesar de un conflicto político armado y una situación social explosiva.
Pero también es una estructura económica que presenta contrastes como la alta pobreza, el desempleo, la informalidad y el rebusque, en el que tienen que vivir la gran mayoría de los nacionales. Una economía con una gran desigualdad. Se podría hablar, inclusive, de dos Colombia, desde el punto de vista económico.
Y mientras el gobierno y los expertos citan las cifras positivas, que reflejan una economía en expansión, es decir en crecimiento; tenemos a ingentes grupos de la población que deben subsistir sin empleo o con empleos mal pagos, de poca calidad y de bajos salarios.  Ese el contraste entre la riqueza y la pobreza.
Diversos analistas y estudiosos de los temas económicos y sociales, coinciden en que no es bueno esa heterogeneidad, crecimiento y riqueza, en medio de tanta pobreza, indigencia e inequidad. Y también están de acuerdo en que una de las principales formas de superar esa situación de contrastes y de desigualdad es mediante la acción de políticas públicas, es decir la acción del Estado encaminada a generar más crecimiento, más empleo y de mejor calidad, pero también a luchar  contra la pobreza, la indigencia y la desigualdad.
De allí la gran importancia que tiene la reforma tributaria que alista el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos y que se espera que se presente a consideración del Congreso de la República, en las próximas semanas.
El Ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverri, y su equipo saben muy bien que el principal problema económico del país es la pobreza y la desigualdad, y que – por lo tanto- se requiere una reforma tributaria que busque – en serio- un sistema impositivo progresista, eficiente y redistributivo.
Ojalá se revisen con independencia tantas gabelas tributarias a empresas y sectores que no se justifica que las tengan, y que – por el contrario- se le puede dar esa ayuda vía estímulos, o menos impuestos y más subsidios, a las pequeñas empresas, a los sectores económicos más débiles, como se viene anunciando.
Otro objetivo económico que se debe buscar con la nueva reforma tributaria, aún en preparación, es reducir la brecha de inequidad entre el centro del país, Bogotá y el triángulo de oro: Cundinamarca- Valle y el Eje Cafetero, para que regiones como la nuestra, el Caribe, que tiene tanto desempleo, pobreza y marginalidad, de verdad se pueda beneficiar de la bonanza económica que vive el país; y aprovechar instrumentos como el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos (TLC), como lo afirmó el Presidente Santos en un foro realizado por estos días en Barranquilla, organizado por el diario EL HERALDO, la Universidad del Norte y el Canal Caracol Televisión y que reseñamos en la presente edición. Obras son amores…

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