“El acordeón llegó a nuestra tierra para salvarnos de todo”. “Es de los pocos invasores, que no nos ha hecho daño”.
Esas sentencias, son las que a lo largo del tiempo han repetido los que tomaron esas músicas hechas por quienes llevaron la cruz, que sin lugar a dudas son pocos reconocidos e invisibles en muchas formas. Sin embargo, la labor de los acordeoneros en cada uno de sus tiempos, permite la permanencia de una música que se la jugado toda, en manos de sus divulgadores, cuyas transformaciones son evidentes, en donde está demostrado que “creación y mercadeo” han estado unidos, desde su nacimiento.
De todas esas músicas, regadas en el territorio del Magdalena Grande, dividido luego, por las pujas políticas y las ganas independentistas que ha tenido la gente nuestra, producto muchas veces de la falta de Estado, llevaron a que ese vasto territorio terminara en lo que hoy es, tres departamentos, el Magdalena, La Guajira y el Cesar, unidos por la magia de la música vallenata.
Todos ellos tienen razones para gritarle al mundo, que son depositarios de lo que ayer se hizo y de lo que hoy significa, nuestra música en el contexto de lo local, nacional e internacional. Esas contiendas musicales antes y después de la llegada del acordeón, se vivieron intensamente, cuyos vestigios se encuentran en los cuentos reproducidos, por quienes recogieron esos decires, en donde aparecen tantas gestas de esos colosos músicos, que ni el tiempo ha podido borrar.
Esos andares, de campesinos trotamundos, sin tierra y sin ley, con una música a cuesta que les transformó su sentir, son los retratos que llevamos como antecedente indestronable, los cuales deben servir siempre como punto de partida, para no dejar de contar historias, entrelazadas en lo rural y urbano, que debe tener como protagonistas al hombre acordeonero.
Todas esas escenas, que contiene la gran película protagonizada por el hombre acordeonero, se presentan en Valledupar, un punto estratégico que obra a manera de “Vaticano de la música vallenata”, que ha fortalecido el desarrollo de su Festival de la Leyenda, amparado en las fiestas que en honor a la Virgen del Rosario, todos los años se escenifican del 26 al 30 de Abril.
En estos cincuenta años que se celebran, Valledupar ha vivido tres mundos al tiempo. Ella es distinta antes, dentro y después de realizado cada festival. La gente se prepara con un ritual eterno, para estar a tono con el llamado de ese evento cultural. La gente que vive en Valledupar y la que llega, se compra lo mejor para lucir en esa fiesta musical. Dentro de esos días de concurso, la gente experimenta un delirio extremo, en donde manda el sonido imperante del acordeón, las voces de nuestros cantores, las canciones que se quedaron plegadas en el alma de la nación y las nuevas figuras, que se abren paso y piden pista para mostrar su nueva forma de exponer el vallenato.
Después que cae el telón de ese evento, el comentario o “el muengue”* como decía la gente de antes, es diverso, en donde los seguidores de unos y otros, siguen en el pugilato, en defensa de quien lo hizo mejor.
Así es Valledupar, que muchas veces crece, en concordancia con sus ritmos, direccionado por las administraciones, que se dejan cubrir por un evento, que se convirtió en punto de encuentro obligado, por propios y visitantes, en donde la política juega de local, cuyos músicos llaman la atención con sus diversas formas de concebir el vallenato.
Esa tarjeta abierta, que cada año extiende esa ciudad, sustentada en su música, permanece activa antes, dentro y después de la realización de ese evento, en procura de mostrar lo clásico amparado en el pasado glorioso y la camada de nuevos valores, que renuevan el espíritu vallenato.
Todo en la gran provincia se hace con esa música, que se ha convertido en la razón de ser del País vallenato, como lo bautizó Aníbal Martínez Zuleta. Y es por eso, que después de más de cuatro décadas, en donde se ha sufrido, gozado y una que otra malquerencia, el Festival de la Leyenda Vallenata puede mostrar unos resultados en el orden musical, organizacional y ante todo de pertenencia, que el cuadro de músicos, cantores y compositores, les permite hablar por sí solo.
Todo esto nos remite a mirar, los caminos que durante cuarenta y nueve años se han producido, por la labor acordeonera de sus gladiadores músicos, unos ganadores, otros perdedores, quienes han hecho esa fiesta gloriosa, que logró llamar la atención de un país, que tiene en el vallenato, a unas de sus músicas locales de mayor reconocimiento.
El Festival de la Leyenda Vallenata ha tenido los siguientes ganadores, en la categoría acordeón profesional desde 1968 hasta el 2016:
Alejandro Durán Díaz, Nicolás Mendoza Daza y rey de reyes en 1987, Calixto Ochoa Campo, Alberto Pacheco Balmaceda, Miguel López Gutiérrez, Luis Enrique Martínez Argote, Alfredo Gutiérrez Vital, ganador en 1974, 1978 y 1986; Julio de la Ossa Domínguez, Nafer Durán Díaz, José María Ramos, Rafael Salas, Elberto López Gutiérrez, Raúl Martínez Paredes, Eliecer Ochoa, Julio Rojas Buendía, triunfador en 1983 y 1994; Orangel Maestre Socarras, Egidio Cuadrado Hinojosa, Alberto Villa Pallares, Omar Geles Suárez, Gonzalo Molina Mejía y rey de reyes en 1997, Julián Rojas Terán, Álvaro López Carrillo, Alberto Rada Ospino, Freddy Sierra, Juan David Herrera, Saúl Lallemand Solano, Hugo Carlos Granados Córdoba y rey de reyes en el 2007, José María Ramos Navarro, Alvar Meza Reales, Navín López Araujo, Ciro Meza Reales, Harold Rivera Febles, Juan José Granados Córdoba, Alberto Jamaica Larrota, Cristian Camilo Peña, Sergio Luis Rodríguez, Luis Eduardo Daza Maestre, Almes Granados Durán, Fernando Rangel Molina, Wilber Mendoza Zuleta, Gustavo Osorio Picón, Mauricio Andres de Santis Villadiego y Jaime Dangond Daza.
Un año después de creado el Festival de la Leyenda Vallenata, se le dio paso a la de aficionado, cuyo primer ganador fueron los Hermanos Emiliano y Tomás Alfonso Zuleta Díaz, luego lo hicieron Emilio Oviedo Corrales, Carmencito Mendoza, Ciro Meza Reales, Egidio Cuadrado Hinojosa, Alberto Villa Pallares, Raúl Martínez Paredes, Álvaro López Carrillo en 1976 y 1979, Adiel Vega, Carlos Arrieta, Navín López Araujo, Álvaro Meza Reales en 1981 y 1991, Gonzalo Molina Mejía, Segundo Vanegas, Carlos Bracho, Omar Geles Suárez y rey de reyes en 1987, Hugo Carlos Granados Córdoba y rey de reyes en 1997, Hildemaro Bolaños, Juan Carlos Ovalle, Juan David Herrera, Juan José Granados Córdoba, Manuel Vega, Iván Zuleta Barros, Harold Rivera Febles, Moisés Polo, Ramón Villa, Deivis Rivera, Nemer Yesid Tetay, Cristian Camilo Peña, Marlon González, John Jaider Suárez Cujia, Omar Hernández 2004 y rey de reyes en 2007, Ángel Torres Arroyo, Rodolfo de la Valle Escorcia, Mauricio de Santis Villadiego, Guilermo Ortíz Cuesta, Carlos Alberto Torres Arroyo, Jairo Andrés de la Ossa, Luis Campillo Castañeda, Delay Alay Magdaniel Gómez, Camilo Andrés Molina Luna, Jesús Alberto Ocampo Ospino y Pedro Rueda Pinilla.
Para 1970 se creó la categoría infantil, que permitió el surgimiento de un semillero que ha dado grandes frutos. Su primer ganador fue Ciro Meza Reales, luego lo hicieron Adiel Vega, Luciano Poveda Olivella, Raúl Martínez, Gustavo Maestre Molina, Orangel Maestre Socarrás, Fernando Dangond Castro, Navín López Araujo, José Alfonso Maestre Molina, José Vásquez, Hugo Carlos Granados Córdoba, Miguel Avendaño, José López, Raúl Vega, Aider Vega, Gustavo Osorio, Juan David Herrera, Iván Zuleta Barros, Harold Rivera Febles, Jaime Bornacelly, Saúl Soto, Franklin Vega, Víctor Beltrán, Sergio Luis Rodríguez 1994 y rey de reyes 1997, Sergio Iguarán, Marlon González, Ángel Torres Arroyo, Manuel Julián Martínez, Luis José Villa Guette, Yosimar Rodríguez, Camilo Carvajal Cuadro, Jairo Andrés de la Ossa Otero, Carlos Mario Ramírez, Camilo Andrés Molina, Jesús Ocampo Ospino, Jeimi Arrieta Ramos, Dyonnel Velásquez Castro, Daniel Guillermo Maestre Alvarado, José Gustavo Gómez Molina, José Camilo Mugno Pinzón, Mélida Andrea Galvis Lafont, Miguel Ángel Velilla Navarro, Sebastián Sepúlveda Gómez ,Rubén Darío Lanaos del Valle y Sergio Luis Moreno Fragozo.
En los años 1972, 1973, 1974, 1975 y 1976 se desarrolló la categoría Semiprofesional, que fueron ganadas en su orden por Alberto Rada Ospino, Alvaro Cabas Pumarejo, José María Argote, Luis Villa Martínez y José María Ramos.
Es importante destacar que la categoría juvenil fue creada a partir del 2003 hasta la fecha, cuyos ganadores son José Luis Villa Guette, Fernando Rangel Molina, Mauricio de Santis, Javier Álvarez Orozco, Rodolfo Molina Meza, Romario Munive Royero, Lucas Dangond Daza, Daniel Holguin Ricardo, Camilo Carvajal Cuadro, Fabio Villabona, Rodrigo Romero Chamorro, José Camilo Mugno Pinzón, Daniel Guillermo Maestre Alvarado y Alberto Ovalle.
A ritmo de acordeón la fiesta vallenata se da el lujo de lograr su mayoría de edad, la cual aspira a redondear con otras cinco décadas más, para convertirse por meritos propios, en la convocatoria musical más autosostenible de Colombia. Mientras el inolvidable Alejo Durán llenó la plaza con su voz, al cantarle a “este pedazo de acordeón donde tengo el alma mía”, los convocados al “rey de reyes” en la categoría de acordeoneros profesionales, tienen que poner un punto tan alto, en la que no se les permite que repitan hasta el cansancio, lo mismo de siempre.
Es urgente renovar el espíritu vallenato con nuevas obras, para que las mismas puyas, merengues, paseos y sones, en vez de atraer, retiren el gusto por esa música, que merece contar nuevas historias en esos reconocidos ritmos.
Por Félix Carrillo Hinojosa