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Construyendo tejido social desde el corazón

 Mientras esperaba el cambio de semáforo observé una escena que capturó mi atención: un niño asomado desde el balcón del colegio CASD. Sus ojos estaban fijos en la esquina que conecta su colegio con el SENA.

Desde allí, él presenciaba un altercado entre un hombre en un carro blanco y otro hombre que ofrecía limpiar los vidrios del vehículo. El conductor, visiblemente molesto, discutió con el limpiavidrios. El semáforo aún no cambiaba a verde, pero el conductor ya había decidido avanzar. El niño, intrigado, observaba y aprendía de esa escena cotidiana.

Me pregunté: ¿qué pasaría si la situación fuera distinta? ¿Si el conductor hubiese mostrado paciencia y respeto?  Reflexioné sobre nuestra tendencia a desobedecer normas tan simples, y casi sin pensarlo, me di cuenta de cuán importante son estos  pequeños actos en la construcción del tejido social.

Ahora bien, entender el significado de las palabras que utilizamos es importante para evitar que el discurso se desvirtúe o se convierta en demagogia, y  que cada ciudadano reconozca su papel como co-creador en la construcción de ese tejido. “Construir” es originado del latín “construere” que significa “edificar o colocar juntos”.

Tejido social, por su parte, une dos palabras “tejido”, que es  “unir”, y “social”, que está vinculado a las conexiones y relaciones entre las personas en una sociedad. Por lo tanto, el “tejido social” es la expresión de un grupo de individuos que identifican sus deberes y derechos  en la comunidad.  Tejer es el verbo puente para entender lo que nos une. Por destino y función, los tejidos tienen la responsabilidad de crear redes, así como cada individuo, con sus acciones, desempeña un papel que contribuye en la sociedad.

He aquí la clave para cambiar la narrativa pública: el tejido social no se construye con grandes discursos, sino con acciones cotidianas. No es dejar los deberes en manos de unos pocos. Todos, desde nuestros diversos sectores tenemos la tarea  de ser ejemplo para quienes están a nuestro lado.

Estamos llamados a ser tolerantes, a respetar las normas de tránsito,  a reciclar y dar el ejemplo a nuestros vecinos, a cruzar la calle por la senda peatonal y enseñar a los niños que nos observan,  a ser amables con el migrante que dejó su hogar y todo lo que había construido en su país para poder tener una vida digna y también, a sonreír a nuestros compañeros, porque no sabemos a quién, solo con esa sonrisa, le pueda cambiar su día.

Todos jugamos un papel importante para construir ese tejido social, pero a menudo se habla más de lo que realmente se aplica. Es a través de estas pequeñas pero significativas acciones que empezamos a actuar como agentes transformadores de un mundo lleno de ruido y noticias negativas.

Es momento de reconocer y valorar estas contribuciones, inspirarnos mutuamente y seguir trabajando con dedicación por nuestro territorio desde todos los sectores, ya sea a través de la cooperación internacional, el compromiso del sector privado, la promoción de la cultura, realizar un voluntariado, proteger el medio ambiente o con la participación política. Cada acción, grande o pequeña, nos permitirá construir un tejido social desde el corazón, inspirando a otros a ser agentes constructores de paz  y cambio en el entorno que compartimos.

Por: Sara Montero Muleth

Categories: Columnista
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