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Construir sobre lo construido, un sofisma

Durante la discusión de la reforma a la salud propuesta por el gobierno de Petro, se acuñó la frase “construir sobre lo construido”, esto es, el statu quo, el miedo al cambio o acomodarse en la inercia. Esta frase es un sofisma político que toda la oposición cita como si fuera un mantra sagrado y aún lo recuerdan y lo emplean muchos columnistas que equiparan al cambio con el vacío al que sí se le puede tener horror, pero no al cambio. Con esta teoría surgió el Clan del Golfo construido sobre la herencia de las AUC. No siempre esto es posible; si así fuera, la física estuviera condenada a la mecánica clásica, al determinismo, porque Newton ya la había construido; hoy la ciencia se habría privado de la teoría de la relatividad que ha resuelto tantos problemas que la física newtoniana no podía explicar y de la física cuántica que, pese a ser probabilística, nos dejó un inmenso cúmulo de conocimientos y aplicaciones en la medicina nuclear y otras ciencias. 

Todo esto lo obtuvimos gracias a Einstein y Max Plank que se negaron a construir sobre lo construido. Los inertes proponían que la reforma a la salud se montara sobre la Ley 100 solo con ajustes de forma, sin tocar las bases sobre las que la montaron: hacer negocios con los recursos del Estado sin que este pudiera vigilarlos; esto no ocurre en ninguna otra parte del mundo; construir sobre esta ley de salud era como edificar un edificio en tierra movediza. 

Qué tal que la ciencia no se hubiera atrevido a desafiar la indivisibilidad del átomo, que era un paradigma, criterio sostenido desde Demócrito y Epicuro. Por fortuna Bohr y otros lo hicieron, hundiendo un ancla de la ciencia. ¿Acaso la revolución francesa se hizo sobre los postulados de Luis XVI? El milagro de la economía china ocurrido en 75 años, hoy segunda economía global, no surgió de las teorías de Chiang Kai Shek ni sobre el negocio del opio introducido por los ingleses, sino por una nueva visión del crecimiento, se hizo sobre las cenizas de un modelo feudal. 

¿Qué sería de Italia si se hubiera mantenido el imperio romano? ¿Qué de Rusia si aún estuviera gobernando la dinastía Romanov? ¿Qué sería de nuestra América si se hubiera mantenido el régimen colonial? No creo que hubiera sido eficaz seguir construyendo sobre la torre de Babel. La legislación de Irak no es una continuación del código de Hammurabi pese a ser inspirado por el dios Marduk. Muchos países se han mantenido con regímenes dictatoriales por muchos años; ¿habrá que seguir así? Todo lo que se construye es susceptible de cambio, nada es perfecto o acabado, la misma sociedad cambia permanentemente, los idiomas que hoy hablamos no son los originales; también cambian las costumbres; las culturas y el arte evolucionan, nada se mantiene estándar, muchos paradigmas han sido sustituidos. Cada una de las revoluciones industriales que hemos tenido, ha sustituido a la anterior. La pintura impresionista francesa desafió las normas de la Real Academia de Pintura y Escultura de París; gracias a eso tenemos un Rembrandt y un Van Gogh.

¡Qué buenos son los cambios! Lo mismo pasa con la narrativa literaria y folclórica. ¿Qué tal que los creadores del género vallenato hubieran seguido construyendo sobre los ritmos del carrizo y los bailes del “chicote”? No señores del statu quo, esa no es la lógica del cambio. El mar tiene vida por sus olas, los planetas se mantienen por sus constantes y variados movimientos, las mismas galaxias se desplazan, el mundo se construye cada día, “caminante no hay camino, se abre camino al andar”, a la ciencia se llega por error y ensayo. La naturaleza no es una ecuación única, en sus 4.500 millones de años ha sufrido muchos cambios. La mariposa es hermosa después de sufrir cambios traumáticos y los cambios de la luna son los que regulan la naturaleza. La historia fluye y el agua que no se mueve se pudre. Y, finalmente, construir sobre lo construido sobre el sistema de salud de Colombia es legalizar la corrupción y vivir del Estado. Si Colombia no cambia muere, todo se debe reconstruir.     

Por: Luis Napoleón de Armas P.

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