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Consecuencias de una columna

Qué hartazgo de nostalgia, de delectación, me di la noche del sábado en la que en mi pequeño estudio, en silencio para no interrumpir la majestad de la música, deshilvané recuerdos con cada pasillo, bambuco, vals, tangos y soneto divertido. Todo gracias a mi Maestro, primo y lector generoso de mis columnas, Gustavo Hinojosa Daza, que me mandó de regalo, un filón de añoranzas en dos CD, que son un tesoro.

El doctor Gustavo, en esta ocasión, tomó mi columna de brumosos recuerdos (hace parte de pequeñas notas que estoy rescatando de la memoria para mi próximo libro) en la que mencioné la música del Serrucho (el instrumento) y por eso me mandó una invaluable grabación de un homenaje a don Carlos Vidal, virtuoso de ese instrumento, hombre inolvidable que merece muchos homenajes a su memoria.

Y escuché, entre otras, Corazones sin rumbo, Tristezas del alma, y en la voz de Hernán Vidal Márquez: Espumas, en fin, música que desde niña aprendí a querer porque era la preferida de mi padre y sus amigos de parranda, es más de mi abuelo Enrique Orozco Ariza amigo íntegro de don Carlos Vidal. Y en el pequeño recinto donde escribo logré un momento sublime, no recordé nada de lo feo que ocurre en el país.

El “Maestro de ceremonia” del homenaje a don Carlos dijo una frase que lo resume todo “Carlitos, qué puedo decir si nosotros hablamos con música”, y hubo un arrebato de guitarras, serrucho y tiple. Y un estribillo “Adorada Rosa…” (la esposa de don Carlos y curiosamente es el nombre de la del primo Gustavo) y reafirmé lo que siempre he pensado: con la música, con los bellos recuerdos, viendo la noche asomada a la ventana, tratando de cazar un estrella, se conjuran los fuegos maltratadores del camino.

Se me haría extenso contar sobre lo que escuché de esas parrandas, de las tertulias en noches serenas, de lo que se siente al oír canciones del Proyecto Trío Malanga, que fue el otro disco que me mandó, el doctor. El tema daría para dos y más columnas, pero quiero en este pequeño espacio comentar que el doctor Gustavo Hinojosa Daza ha logrado el tiempo ideal: música, arte, lectura, sapiencia y el amor de Rosita a su lado.

Siempre lo consulto, no como médico, sino cuando tengo alguna duda histórica o literaria y cuando quiero saber sobre mitología, uno de sus fuertes. De lejos, cuando escucho música de la vieja guardia, sé que le hago, aunque él no lo sepa, un homenaje o cuando acompaño el momento con un poema que le gusta o creo que le gustará, como La canción de los pinos, de Rubén Darío “¿Quién que es, no es romántico?”

Gracias Maestro Gustavo Hinojosa Daza, por sus comentarios semanales que son ánimos para seguir adelante, gracias también por leer mis libros. Espero que algún día escribamos el final del Hijo del Universo, como usted quiere que sea.

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