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Conjuremos el síndrome de Adán

Colombia es un país muy particular, no sólo por su bella y diversa geografía, su multiplicidad cultural, sino también por la historia de sus costumbres políticas, entre ellas el personalismo y el caudillismo, común también en otros países de América Latina.
Nos recuerda el caudillismo, esa sensación que se ha vuelto a vivir en el país, de rendir culto excesivo a determinadas personalidades y claro al caudillo. Es lo que está sucediendo, ahora, con los últimos días de gobierno del Presidente Álvaro Uribe Vélez.
La verdad es que ha sido un fenómeno muy frecuente durante estos dos gobiernos de Uribe Vélez, la presentación de las políticas y los actos de gobierno como si se tratara del primer día de la creación, como si antes de Uribe Colombia no fuera nada, y luego de Uribe, quizás que será de este país…
Al principio del gobierno del ex gobernador de Antioquia, un grupo de analistas críticos de su gestión hablaron del “embrujo autoritario”, para referirse a la aureola de simpatía que logró el jefe del Estado, por su famosa política de seguridad democrática, que cautivó al país después del desencanto de los fracasados diálogos del Estado Colombiano con las Farc, en la zona del Caguán, durante el gobierno de Andrés Pastrana Arango.
Durante mucho tiempo, varios funcionarios del gobierno de Uribe no dejaron de mirar el espejo retrovisor y culpar de todo lo habido y por haber al gobierno de su antecesor, Pastrana; como si estuvieran también en el primer día de la creación. Sin tener que abogar por el gobierno del exmandatario de origen conservador, que tuvo acierto y errores, como toda obra humana, sólo debemos recordar el Plan Colombia, que cambió la política de lucha contra el narcotráfico, el mejoramiento de las relaciones con los Estados Unidos, en problemas desde la crisis del proceso 8.000 durante el gobierno del Presidente Ernesto Samper, y el manejo de la economía en el periodo más crítico de toda la historia de la República de Colombia.
Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Todo gobierno es una construcción sobre lo construido, toda política pública es digna de corregir y mejorar, inclusive en asuntos del Estado en muchos aspectos es buena la continuidad, en las buenas políticas, en las instituciones y funcionarios que vienen trabajando bien, etc, como también es necesario cambiar, según el caso.
Si todo lo del gobierno de Pastrana hubiera sido malo, como se explica que el hoy presidente electo, Juan Manuel Santos, haya sido Ministro de Hacienda durante el gobierno de Pastrana, y su vicepresidente, Angelino Garzón, Ministro del Trabajo. Y el nuevo Ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, también Ministro de Hacienda de Pastrana, y el nuevo Ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverry,  Jefe de Planeación Nacional durante el gobierno de Pastrana…
Hay que evaluar y ponderar racionalmente, haciendo el análisis del costo-beneficio, mirando en su integridad y en una perspectiva de corto, mediano y largo plazo, la obra de gobierno de Uribe Vélez. Sin lugar a dudas tiene su lugar en la historia de Colombia, pero…
Su primer periodo de gobierno fue muy bueno, mejoró la seguridad en las carreteras y los campos del país, impuso un estilo de gobierno de trabajo constante, un presidente en mangas de camisa anunciando y tomando decisiones, los consejos comunales fueron una magnífica estrategia de comunicación y de propaganda, generó una gran confianza en la economía nacional y una reactivación de la inversión y los negocios, etc. Se trató de un buen gobierno, indiscutiblemente, esa primera etapa.
No obstante, el segundo mandato del presidente Uribe, fue bien distinto, basta sólo recordar algunos botones de muestra: la crisis del DAS y el tema de Jorge Noguera, el problema de los falsos positivos, la corrupción con el tema de las notarías, el tema de la yidispolítica, el escándalo de Agro Ingreso Seguro, etc, para citar sólo algunos ejemplos.
El Presidente y su equipo, en estos últimos días de gobierno, se ha dedicado a visitar funcionarios en cada uno de los ministerios agradeciendo su colaboración, en lugar de presentarle al país el verdadero balance de la regular gestión de su segundo mandato.
Y la verdad, monda y lironda, es que el presidente saliente entrega un país con muchos problemas: un déficit fiscal al límite, un problema de desempleo alto, a pesar de una reforma laboral que recortó a más no poder derechos e ingresos de los trabajadores; la crisis de la salud que no da espera, el retraso en infraestructura vial del país es monumental y tiene un gran peso en materia de competitividad y productividad, el sistema pensional está desfinanciado; la inseguridad en las ciudades es una bomba de tiempo, etc.
Juan Manuel Santos Calderón, quien en parte es responsable de muchos de los problemas que deja su ex jefe y sucesor, tendrá que corregir muchas cosas y rectificar otras, como es normal. También con Santos, conjuremos el síndrome de Adán, es decir, creer que cuando comienza un gobierno es como si fuera el primer día de la creación. Al final de Santos también tendremos que señalar cosas buenas, otras regulares y algunas malas.

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