Conejo le han puesto las Farc al Gobierno, del que se burlan con su actitud desafiante de aparecerse en el corregimiento del mismo nombre, allá, en la tierra grata y honesta del Cantor de Fonseca, rodeados de sus rambos -y rambas- armados hasta los dientes, con una dotación de ataque que envidiarían muchos de nuestros batallones.
Conejo le está poniendo el Gobierno al país, del que también se burla, no solo al declararse sorprendido, sino al echarle tierra a tan grave asunto; qué digo, a tan graves delitos con apenas una reprimenda semi-indignada y con el castigo escuelero de quitarles el permiso, como cuando hacíamos pilatunas y la cosa no pasaba de un regaño y la pérdida del recreo.
Lo que sucedió en el corregimiento de Conejo no es de poca monta y las explicaciones del Gobierno son insuficientes y poco creíbles. La cúpula de las Farc llegó en helicóptero muy temprano, ¿acaso uno de nuestra Fuerza Pública o facilitado por el Gobierno? Los guardaespaldas y el comité de propaganda no eran cuatro, ni diez, ni veinte. Eran entre ¡200 y 300! según las informaciones de prensa, y todos, absolutamente todos portaban arrogantes sus armas de asalto, sus granadas y sus cananas repletas de munición, con naturalidad y desparpajo, como si fueran la autoridad del lugar. Ellos no cayeron del cielo como sus jefes; llegaron en camionetas de alta gama y, -¿tan raro?-, con placa venezolana.
Estuvieron ¡hasta las 3:00 p.m.!, pero allí no había policía ni para un remedio y durante todo ese tiempo tampoco apareció ninguno desde el muy cercano municipio de Fonseca, apenas a quince minutos. ¿Qué dice el alcalde, más allá de que le pidieron prestado el coliseo para un acto cultural? ¿Se asustó o no se quiso dar por enterado? Y más grave aún: ¿También se asustó, o no se quiso dar por enterado el Ejército?, que sí pudo llegar y, según los medios, tenía tanques apostados a ocho minutos del lugar.
Y hay más preguntas: ¿Quiénes eran los oferentes?; ¿acaso cualquier hijo de vecino puede organizar un evento armado de semejantes proporciones? ¿Quiénes las señoronas que saludaban de beso a los máximos terroristas del país? El Gobierno prohibió el porte de armas a los ciudadanos hasta el 31 de diciembre, es decir, si usted anda por ahí con un arma con salvoconducto se va para la cárcel, pero los terroristas sí pueden andar orondos, como Pedro por su casa, uniformados y portando armas de uso privativo de la Fuera Pública. Y tiene el descaro el señor Granda de exclamar ante las cámaras, que “venimos a traer el mensaje de la paz”.
El país debería preocuparse, o mejor, “ocuparse”, como me decía mi padre, porque en el entretanto, sus compinches del ELN, con quienes cuadraron estrategia conjunta en La Habana, no dejan de asesinar, secuestrar, extorsionar y explotar oleoductos por doquier. Una vez más, el Gobierno los conmina indignado y se extraña de su falta de voluntad de paz. De qué se extraña, si, como dicen en mi tierra, “son cucarachas del mismo calabazo”. El ELN copia a pie juntillas el modelo de negociación extorsiva de las Farc, ¿o el país ya olvidó que, en 2015, cuando el Gobierno quiso mostrarles los dientes, las Farc respondieron con violencia, derramando 200.000 galones de petróleo, asesinando soldados, extorsionando, reclutando menores, y un infame y conocido etcétera.
No hay peor ciego que el que no quiere ver. Es la misma amenaza terrorista, solo que mientras unos conversan y hacen pedagogía armada, otros delinquen y dan bala. Si… ¡hasta se prestan los brazaletes!