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Con una sola pierna el Biblioburro sigue su camino

El profesor Soriano confiesa detalles de su vida y su obra

A pesar de que ahora, el Biblioburro anda en una sola pierna, la capacidad de soñar del profesor Luis Humberto Soriano, el hombre que le dio vida a la idea macondiana de una biblioteca ambulante en burro, no termina. La semana pasada le fue amputada su pierna izquierda tras el diagnóstico de una ostiomielitis (infección ósea) que le fue atendida producto de un accidente que tuvo con sus burros, hace algún tiempo y que resurgió hace algunos meses, situación que llevó a los médicos de la Clínica General del Norte de Barranquilla, a tomar tal decisión; sin embargo, el amor por el otro y las ganas de llevar sabiduría a través de sus libros, siguen intactas.
El periódico EL PILÓN publica una entrevista inédita, cuando el pasado mes de abril visitó la ciudad para participar en un evento cultural que promovió el Banco de la República.

¿Dónde transcurrió su infancia?

Nací en Nueva Granada, Magdalena, pero mi infancia transcurrió muchos años, aquí en Valledupar. Llegué a los 7 años de edad porque mis padres tomaron la decisión de escondernos de los grupos armados en la casa de mi abuela en el barrio Pupo.
Me encantaban los monumentos, me quedaba extasiado viéndolos y en un momento me sentí vallenato, un día pregunté quién era la mujer que tenía los brazos extendidos y me dijeron que era María Concepción Loperena y comencé a averiguar sobre ella. Terminé mi bachillerato en el colegio Nariño y luego me fui a vivir nuevamente a donde mis papas.

¿Cómo se da el acercamiento con la lectura y la literatura?
Mi primera incursión fue en la biblioteca del CDV, cuando tenía 7 años. Yo me ponía a mirar la calle a la distancia para ver si veía alguien de mi tierra que se bajara de los buses de Copetran que salían por la avenida Fundación. Desde la una de la tarde, todos los días empezaba mi éxtasis en imaginación, entonces un día descubrí que al final del barrio había una biblioteca. Me paraba en los vidrios de las ventanas y la señora no me dejaba entrar porque no tenía zapatos y andaba en pantalones cortos.
Sin embargo, la señora gorda de la biblioteca me dejó un día abrir los libros, y me encontré con las cherezadas, los palacios y esas jarras bonitas de Las mil y una noche. Empecé a descubrir la Pobre viejecita, Rin rin renacuajo, la fantasía de la literatura infantil activaba mi imaginación. Dejé de ver televisión y me iba por las tardes a la biblioteca y mis horas de dibujo en el colegio eran basados en lo que yo veía durante toda la semana. Ya de joven, empecé a leer literatura universal, obras que arroparon toda mi juventud. El coloso de Rodas, Las pirámides de Egipto, Los jardines colgantes, todo eso me lo imaginaba; un día cualquiera decidí volverme lector y hoy día de adulto, no he podido esconder el niño que tenemos dentro y sigo leyendo.

¿Qué tanto ha cambiado la lectura en su época comparado con estos tiempos?

La concepción de un niño entrar a la biblioteca ha cambiado rotundamente desde esa época hasta acá, yo no podía tocar un libro si no tenía un carné, no podía llevarme un libro para mi casa si no sabían mi localización. Hoy día es todo diferente, ahora se está invitando a que la gente entre. Yo por ejemplo no estoy esperando a que la gente entre, sino que vamos donde la gente está.

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El mundo de la imaginación

¿Cuál es el anzuelo para capturar lectores?

Fascinarlos a través de la lectura, recreando la imaginación del niño. Lo importante es la forma cómo se le presenta la lectura, para dejarlo como boqui abiertos, dándole alas a la imaginación y llenándolo de asombro. Al final de incentivarle la lectura el niño dice: sigue leyendo o préstame el libro.
La imaginación es el punto clave para atrapar a un lector. Los niños que viven en la parte rural de nuestros pueblos, tienen una imaginación fantástica porque no la tienen ocupada por la internet, el rol de los amigos, los celulares, sino que su mundo se basa entre los animales, los árboles y su experiencia diaria de vida, entonces yo creo que si nosotros vamos a esos lugares apartados vamos a construir lectores y lo digo por mi propia experiencia porque soy hijo de campesinos.

¿Cómo inicia su sueño de llevar la lectura a los lugares más apartados de su Departamento?

Fue mi creación en un momento en que quería ayudar a otras personas que no tenían acceso a la lectura, pero yo no sabía lo que estaba haciendo en realidad, simplemente me dejé llevar por la loca idea juvenil de llevarle a los niños toda la fantasía que yo viví con los cuentos. La situación de violencia me hizo ponerle nombre, una amiga que trabajaba justamente en EL PILÓN hace mucho tiempo, Alba Quintero, me dijo: tu tienes que ponerle nombre a esos burros porque sino vas a pasar tu susto por ahí y ella les puso Alfa y Beto. La Caja de Compensación del Magdalena Cajamag nos subsidia el proyecto, es el único padrino que tengo, que no ha permitido que el programa caiga. Cuando ellos me encontraron yo estaba cansado porque no tenía más libros y ya los niños preguntaban: ¿los mismos libros profe?
El Biblioburro hoy ya tiene una sede propia, tenemos más de 5 mil libros que están al servicio de muchos jóvenes del centro del Magdalena.

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Un Biblioburro en New York

¿Cómo se ha multiplicado esta idea que ha fascinado a muchas personas?
La experiencia del Biblioburro la he ido a contar desde Asia, Europa, hasta el Magdalena, parte del departamento del Tolima y réplicas del Biblioburro desde la Sierra Nevada hasta la orilla del rio.
Hoy día no estoy yo solo sino que en Cajamag tenemos un Biblioburro Red en la Sierra Nevada, por el lado del Magdalena en Bonquimake, Atanquez, el Algarrobo, Kankurua, con profesores arhuacos, Arzarios y Wiwas. Hoy los Wiwaas y los Arzarios están traduciendo los textos tradicionales de occidente a su lengua nativa. La Caperucita Roja y otros cuentos y sus mismos cuentos se están traduciendo en español y se mantienen en su lengua. Son cuentos fantásticos que solo manejan ellos.
El Biblioburro se está implementando en el Cesar por la fundación Corazón, en Italia, Francia y en New York donde cada 15 días sale una mujer a leerle a los niños.

“El Biblioburro se está implementando en el Cesar por la fundación Corazón, en Italia, Francia y en Nueva York donde cada 15 días sale una mujer a leerle a los niños”.

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