Cada día que pasa nos enfrentamos a una serie de problemas en nuestro territorio, unos de origen nacional y otros muy locales, que afectan la vida diaria. Pero, aunque a veces la magnitud de las dificultades parezca desbordarnos, cada uno de nosotros tiene la capacidad de aportar y, con pequeñas acciones, transformar nuestro entorno. El pasado viernes, con mis compañeros de La Tertulia, Giovanny y María Fernanda, nos reunimos para coordinar las acciones necesarias para celebrar los dos años de nuestro espacio de opinión y dialogar sobre cómo continuar generando un impacto positivo. No teníamos planeado algo específico, pero durante el proceso surgieron unas pequeñas acciones con gran significado: junto al compañero y empresario Julio Ponce, decidimos visibilizar a una familia en el sector de La Nevada que perdió todo en un incendio. Al hacerlo, dimos ese “granito de arena” que, aunque tal vez no soluciona el problema, abre la puerta a que otros se sumen y contribuyan también.
Otra acción se nos presentó casi como un reflejo de lo que intentamos construir: cerca de la casa de María Fernanda encontramos unos gatitos recién nacidos en estado de abandono. Nos organizamos para asegurar que recibieran el cuidado necesario y un hogar donde pudieran estar temporalmente. Estos eventos nos recordaron la importancia de involucrarnos en el día a día, de ser agentes de cambio en cada oportunidad que tengamos. A veces, el solo hecho de hacer lo correcto y ayudar es la acción que nuestra comunidad necesita para comenzar a sanar, para sentir que, en medio de las dificultades, alguien está ahí y que juntos somos más fuertes.
Para construir un mejor territorio, no necesitamos actos heroicos ni grandes gestos. Podemos comenzar por cosas pequeñas, como respetar las normas de tránsito, esperar pacientemente nuestro turno o ser empáticos. La empatía, aunque suene abstracta, es una herramienta poderosa; entender que la persona que está a nuestro lado también enfrenta problemas o que el estrés en las calles puede ser el reflejo de dificultades más profundas, nos hace humanos. Recordemos lo que ocurrió este último Halloween con la caravana de motos: lo que debería haber sido un día alegre para los niños se vio alterado por el caos y la falta de control. Hay quienes aman disfrutar de sus motocicletas, y está bien, pero hacerlo con respeto hacia los demás y en orden es lo mínimo que podemos ofrecer como ciudadanos.
Esto nos lleva a reflexionar sobre la importancia de unirnos como sociedad para respetar y cuidar nuestras normas. Es fácil culpar a las autoridades, pero la responsabilidad es compartida. De nosotros depende, en gran medida, ser buenos ciudadanos, y esa conciencia de responsabilidad colectiva debería guiar nuestras acciones.
Nos hace falta, como decían las generaciones anteriores, un “manual de Carreño” actualizado, uno que nos recuerde que el respeto por los demás y por el espacio público es esencial para vivir en paz. Con estos gestos, con esas pequeñas acciones, construimos un territorio donde todos cabemos, y donde cada uno, desde su propio lugar, suma a un cambio real.
Al final del día, ese cambio no es sólo para nosotros, sino para las generaciones que vienen detrás. Que nos vean y sepan que no estamos indiferentes, que no nos cruzamos de brazos frente a las problemáticas, sino que participamos, ayudamos y construimos juntos.
Alfredo Jones Sánchez – @alfredojonessan