El próximo 25 de mayo se celebrara en nuestro país las elecciones presidenciales, momento histórico para el pueblo colombiano que en cada proceso electoral renueva sus esperanzas y las pierde en la materialización del gobierno. El desaire gubernamental continúa generando desconfianza, por ello, no es rara la inconformidad y que el voto en blanco asome como muestra de ello.
No deja de ser curioso que Juan Manuel Santos, Presidente candidato, tenga embolatada la reelección; su osadía de acabar el conflicto con las FARC desvalorizó su potencial electoral. Y es curioso, porque desde la óptica del cálculo político es más rentable la continuidad del conflicto, además, en nuestra sociedad circense la concepción de demócrata es inexpresable, inverosímil y carece de aceptación, y con razón, pues nuestras diferencias a través de la historia han sido resueltas ametrallando y transpirando pólvora, y lo peor renta votos. Entre tanto, es menester puntualizar que las FARC, tampoco contribuyen, no cesan hostilidades ni el fuego, pero si saborean tranquilidad mientras dilatan el proceso.
El transcurrir paquidérmico del Proceso de Paz es aprovechado para hacer política, ortodoxos de esta actividad, aprovechan cada espacio para expresar que son amigos de la paz, pero en el marco de la justicia. En nuestro país magnicidios han quedado en la impunidad, se han extraditado narcotraficantes y paramilitares sin reponer a las víctimas, reformar la justicia como alternativa de solución se convierte en una colcha de retazos, pero al momento de hablar de paz la justicia es un imperativo. No se trata de soslayar la tipificación de los delitos cometidos por las FARC, paradójicamente, es un asunto que debe resolver nuestro sistema penal y judicial; no obstante, si la suscripción del colofón del conflicto también proscribe la corrupción, los problemas del sistema de salud, medio ambiente, educación y todo lo que circunscribe lo social estampo mi rúbrica de inmediato. Considerar que el país necesita acabar el conflicto, no es asunto de “mamertos” ni mermelada, es apenas una etapa para construir sociedad y mejorar condiciones de vida.
Infelizmente repetir nuestra historia es una constante, improvisar es un verbo conjugado a diario, la elección del presidente de la República se sigue dando por efectos coyunturales, no existe marco ideológico ni programático y predomina la favorabilidad mediática, no en vano las últimas cinco elecciones presidenciales han tenido esta característica. Sin lugar a dudas cabe la probabilidad de que en segunda vuelta presidencial se conserve la constante pendular en la que ha transitado el país en los últimos 30 años, por ello, considero que el camino es el fin del conflicto sin descuidar el postconflicto, indistintamente de quien ostente la investidura presidencial.