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Compromiso para toda la vida

MI COLUMNA

Por: Mary Daza Orozco

Hace veinte años recibí el reconocimiento del Concurso Nacional de Novela Plaza & Janés por mi obra ¡Los muertos no se cuentan así!, que se publicó al año siguiente y que ha tenido una buena aceptación; en junio aparecerá la décima edición.
Hago referencia a este hecho muy personal, con el permiso de mis lectores, para decir que después de recibir amenazas de muerte por el tema que abordé, del refugio generoso que me prodigó El Espectador en el que trabajé veinticinco años como corresponsal y cronista; después de buena crítica y reconocimiento en  la antología de escritoras colombianas del siglo XX “Literatura y Diferencia”, de Boston  University, supe que el compromiso que adquirí como periodista se había crecido.
La obra que comento, surgió de un trabajo periodístico en Urabá cuando la violencia alcanzó una virulencia sobrecogedora, de ahí que se le haya calificado a mi libro como una novela política, social, vidriosa y más adjetivos de los que hacen gala los críticos.
A partir de entonces supe que mi labor, que no podía desarrollar en el periódico por la limitación del espacio, debía desplegarla en los libros en donde era libre de usar las cuartillas que quisiera. Es por eso que en todas mis obras el eje principal de lo narrado sea la denuncia. Sí, denuncia del dolor y la tragedia de las víctimas de la violencia, porque son historias que hay que contarle al mundo y recontarlas, historias en las que nos metemos y sentimos  el horror y las asumimos para entregarlas a los lectores con la mayor pulcritud posible; historias de nuestra región, de nuestro país.
Y no me atemoricé, sentí la valentía que da el oficio de anunciar al mundo cómo va la vida, sigo escribiendo mis libros con la misma valentía ahora cuando ya comienzo a pisar el otoño y los pasos son más quedos y la vista no es tan luminosa y aparecen mechones nevados en la cabeza; en ningún momento he sido frívola ni en mi comportamiento, ni en mis trabajos periodísticos, ni en mis novelas, y me siento bien porque en mi labor la crítica buena supera a la no muy buena; por lo que  creo que tanta gente no puede estar  tan equivocada.
Cuando se es columnista de un periódico entrañable, lo nuestro,  se ve uno tentado a abordar temas de la cotidianidad, muchas veces con cierto humor, también lo hacen los columnistas renombrados y admirados, eso no es frivolidad no, se está trabajando en consecuencia con lo que quieren lo lectores, eso lo indica el olfato periodístico, o hay actos sociales que no podemos dejar pasar ya sea por interés general o por afectos personales. En la columna se denuncia, se orienta, se elogia, se critica, se destaca, en fin, se vive la vida diaria con los lectores.
Así veo a lo columnistas de este diario, los leo con afecto y sé que el trabajo no es fácil; cuando señalo algo no me refiero a ellos exclusivamente, hay tantos en el ámbito nacional, no utilizo ofensas, ni señalo con nombres propios, porque mi talante no me permite tratar a los demás con prepotencia, ni con inquina, ni creerme la más, no, si hubiera sido arrogante quizás habría alcanzado metas muy altas, pero esa no ha sido nunca mi preocupación.
En esta fecha, especial para mí, por lo que conté de mi primer libro publicado, siento con más fervor el deseo de seguir constando y recontando la historia que me ha tocado vivir y la que me falta por vivir.  Y esos impasses que se presentan sin uno querer surgen frecuentemente en este oficio, siempre nos tomamos para nosotros lo que no es, hay que dejar las prevenciones, si le hubiera prestado atención a la crítica nuestra estaría acabada, pero no,  seguiré hasta donde pueda,  con el compromiso que pacté  con mi oficio.

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