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El compadre del Valle

IN MEMORIAN

Escribir sobre los triunfos y logros de José Luis Rodríguez, famoso cantante y artista residente en Miami, es cosa fácil. Él es el Puma más famoso en el mundo, menos en Valledupar donde tenemos un homónimo que lo eclipsa. Nuestro felino que aunque de la familia de los tigres, no es agresivo ni voraz, ni arisco ni perecío, pero sí glotón, es manso como las aguas de los lagos, suave, bueno, desprendido, altruista, filántropo y cordial y buen amigo. Vive modestamente, pero bien, es rico, pero en amistades y cariño que él reparte y profesa y sus congéneres le retribuyen con creces, capital éste, aumentado y acrecentado por la magnifica mujer que consiguió como esposa y posteriormente por sus hijos que son “la huella digital” de ellos.

Ya entrado en edad y después de trabajar y ahorrar estudió su profesión y se especializó. Coronó a bases de esfuerzos y sacrificios un anhelo y una meta: hacerse profesional para lograr una subsistencia digna y servirle, pero mucho, muchísimo a su gente y se instaló como el primer especialista que llegó a ésta ciudad, desde hace rato, largo rato y con desinterés sentó sus reales y comenzó su tarea de atender mujeres en general, pero especialmente las “barrigonas” y a recibir muchachos, se dijo: han sido miles, más de seis mil, entre ellos cuatro de nosotros, varias generaciones que hoy lo admiran, lo quieren y lo miman. Yo me sentía orgulloso de tener treinta o más ahijados, pero ante él me quedé chiquitico pues pasa de quinientos sin haber sido ni ser político y nuevamente repito, sin ser rico.

Se paseó por las pocas posiciones burocráticas que se podían desempeñar de acuerdo con su profesión y lo hizo con extraordinario lujo de competencia, hasta tal punto que todavía hoy lo recuerdan con cariño y gratitud. Fue un buen ejemplo digno de imitar por la juventud, que no quiere entender que a las dignidades burocráticas no se llega a hacer dinero rápido y fácil sino a sacrificarse y a servir a quienes llegan en procura de los servicios a que están obligados a prestar.

Todavía se encuentra activo a pesar de sus quebrantos de salud y su ya larga edad, diariamente asiste a centros asistenciales a prestar sus servicios profesionales en forma gratuita, en donde si no recibe dinero, aumenta su capital afectivo y sus clientes le llevan a su casa frutas frescas, gallinas criollas (que le encantan), conejos, mazorcas biches, plumeros y relojes, de los cuales tiene una colección, todos regalados a través de cuatro décadas, ricas empanadas y hasta sancochos. Siempre tratan de complacerlo con comida, porque ese ha sido su lado flaco; también es buen bailador de música vallenata y todo lo que se le atraviese, hasta tango.

A base de trabajo y con consultas baratas, millones, cuyo precio sus clientas fijaban pues casi siempre pagaban lo que podían, logró construir un pequeño edificio, que por el origen del dinero con que se hizo el vulgo lo denominó ‘La Pepita’. Ahí, no hay un peso mal habido, todo fue a base de sudor y trabajo honrado y no como sucede hoy en día que las cárceles se encuentran llenas de funcionarios que se enriquecen a costilla del erario público, con muy malos resultados.

Como han podido darse cuenta, creo que ya saben quien es éste ilustre y benemérito ciudadano y profesional pues no hay en Valledupar dos personas que reúnan ese cúmulo de atributos, solo hay uno y se llama Hermes Enrique Pumarejo Hernández, nuestro “Puma” a quien desde hoy debemos decirle todos Compadre, porque eso es él: El Compadre de Valledupar, rodeado de su bella esposa Gloria y sus hijos Andrea Margarita y Hermes Enrique conservan la tradición del cariño y afecto y como dice Andrés Becerra, ellos también son el “Cariño de la Gente”; que Dios los proteja y les de todavía, más vida, por muchos años para que nos los sigamos disfrutando y beneficiando de su buenos oficios.
Falleció el Doctor Pumarejo, El Puma, paz en su tumba.

Por José M. Aponte Martínez

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