La locura es la incapacidad de comunicar las propias ideas (Paulo Coelho).
Al igual que un trompo cuando se tira al aire, tiene el presidente a la clase política colombiana. Cuando unos lo tildan con los más bajos calificativos, otros como estúpidas y fuera de mera los cambios de propuestas constante a lo que los ha sometido para manejar su atención a su acomodo y alejar a dicha clase y a la misma opinión pública de los problemas reales que están acabando al país, como también muchos lo ven como enfermo y loco.
Lanza y tira el trompo a su acomodo y pone a las jerarquías de expresidentes al borde de la locura pues les cambia de cuerda a cada instante y los somete a desesperaciones momentáneas de modo que el temor les acrecienta tan fácilmente, que las ideas y reacciones oportunas se les escapan súbitamente. ¿Será miedo por todo lo malo y mal manejado en otras épocas en donde algunos se disfrazaron de izquierdistas para lograr el poder?
Lanza y tira el trompo, y hasta se los coge en la uña, como un niño de otrora que con maña y habilidad lo hacía frente a unos expectantes inútiles e inocentes de las realidades de la vida y de la buena fe.
Hoy aparece con una reforma agraria, luego con otra para la salud, nuevas para el trabajo y régimen pensional y en la medida en que aparecen las reacciones negativas cambia nuevamente de trompo y cuerda y asoma entonces con una constituyente o reelección presidencial cuyo objeto es desesperarlos y en base a esta situación trastornar las mentes para llevarlos al error y acabarlos.
¡Qué inteligente! y qué idiotas sus contradictores y opositores que aún no se han dado cuenta que ya no es el trompo que les baila, sino el “indio” y no hacen sino hablar a la loca o vociferar pues los mantiene tan asustados que no los deja actuar.
La clase política se encuentra en un estado de constante adaptación y reacción, tratando de entender y posicionarse frente a un presidente que rompe con las normas tradicionales. En este contexto, la incertidumbre y el dinamismo se han convertido en la nueva norma en la política colombiana
Aunque, para algunos, estas propuestas suelen parecer incongruentes o contradictorias, no dejan de estar alineadas con una visión más amplia de transformar el país en muchos aspectos.
En la búsqueda de la paz ha tratado de negociar con diablos olvidándose de que hay que involucrar también a los dioses, lo que sigue aumentado el riesgo inminente de confrontaciones y hasta guerras, en vez de reducir la violencia, buscar la reconciliación nacional, empezando por incentivar al sector empresarial para aumentar los ingresos y poder financiar los programas sociales con más facilidad.
En resumen, las propuestas de reformas, aunque a veces parecen incongruentes, no dejan de responder a una agenda de transformación profunda y rápida que busca abordar problemas estructurales arraigados en Colombia, como la desigualdad, la violencia y la dependencia económica en sectores no sostenibles; y si no es un trabajo conjunto con la sociedad productora, usando la paciencia y soluciones escalonadas, lo mismo que la cordura, no tendrá nada que hacer ningún presidente, y aquí la percepción de incongruencia puede deberse a la magnitud y la rapidez de los cambios propuestos, así como a la resistencia que enfrentan en diversos sectores de la sociedad y la política colombiana.
Como el primer presidente de izquierda en la historia del país, sus políticas y estilo de gobierno han desafiado al ritmo de la prepotencia y las falsas sabidurías las reformas audaces en temas como la salud, la educación y la redistribución de la riqueza, lo que ha generado tanto, apoyo ferviente para algunos pocos, como fuerte oposición para muchos.
Además, su enfoque desordenado en la justicia social ha puesto en jaque a las élites políticas y económicas.
La polarización se ha intensificado, con debates acalorados en el Congreso, en las redes sociales y en los medios de comunicación. Los opositores lo acusan de populismo y autoritarismo, mientras que sus seguidores cuyas venalidades los matan ante tan poco patriotismo, lo ven como un líder visionario dispuesto a enfrentar los problemas estructurales de Colombia.
No ha poco, le oí expresar a un noble y responsable senador de la patria, Miguel Uribe Turbay, que de aquí en adelante si se quiere restablecer la democracia en el país, solo se necesita elegir un buen presidente.
Por: Fausto Cotes N.