Era un hombre alto, corpulento, con una voz fuerte y sonora, su cabello afro delataba con claridad sus raíces chocoanas, de las que se sentía muy orgulloso. Cuando hablaba se notaba su inteligencia, lucidez y pasión al explicar los temas de las Ciencias Físicas en el Colegio Pablo VI de la Diócesis de Valledupar. Estoy hablado de mi profesor Servio Tulio, uno de lo tantos maestros que marcaron positivamente mi formación académica y humanista en aquella institución educativa, que ahora no puedo mencionarlos, sino agradecer a Dios por sus vidas y enseñanzas.
Pero hoy quiero recordar especialmente al profesor Servio Tulio Barrios, quien me ayudó a apasionarme muchísimo de las Ciencias, a tal punto que si alguna vez me hubiera ido del Seminario Juan Pablo II, era para estudiar Ciencias Puras, ser un científico y no cura. Sus lecciones de Física siguen vivas en mi mente, una de ella es sobre el Movimiento Uniformente Acelerado (MUA), el cual permite desarrollar gran velocidad a un vehículo, cuya condición indispensable es que sea en línea recta. Con vivos ejemplos, el mencionado profesor nos explicaba de manera sencilla para entender la verdad de esa ley física. Nos decía: “observen una carretera con curvas o hacia una montaña con subidas y bajadas, nunca es posible mantener una aceleración uniforme o constante. Eso sólo es posible en línea recta. Ahora, ¿lo notan?”, claro que sí profe, respondíamos todos. Entonces él decía: “Si ven muchachos, yo no enseño para corcharlos, sino para que aprendan. Es que el profesor Servio es una madre jajajajs” y se reía junto con nosotros al terminar la clase.
Con el pasar de los años siempre he tenido presente esa lección recibida y a la luz de la fe y la experiencia cristiana, guiado por la Palabra de Dios, la he ido aplicando a la vida cotidiana de forma análoga. Descubriendo así que la vida, esta vida, la real, no la de las novelas, series o películas, ya sean de héroes o villanos, esta vida real, no la de papel o fotos, sino ésta, de lágrimas y sonrisas, de victorias y derrotas, de errores y aciertos, de júbilos y duelos… no es como en las Ciencias Físicas, un movimiento uniformemente acelerado que sólo se da en línea recta. De ningún modo, en la vida hay subidas y bajadas, hay pendientes y abismos, valles y llanuras, crácteres y ensenadas, mares y ríos, lagunas y pozos, en fin.
Por eso el ritmo existencial de cada persona, nunca será homogéneo, igualitario o unívoco, sino variado y muy particular, adaptable a cada circunstancia vital, aunque conserve unos rasgos comunes a todo ser humano. En síntesis, la vida humana desde sus emociones, razonamientos y convicciones espirituales o de fe es como una montaña rusa. Agárrese muy bien cada uno, para no perecer en este viaje y la mejor forma de hacerlo es estar unidos a Dios.
Aférrate a Dios, pase lo que pase, siempre unido a Él como un niño pequeño en brazos de sus padres, siéntete seguro en el regazo de su amor. Recuerda solo tienes el día de hoy para ser feliz. Y nunca olvidas que la vida es como una montaña rusa, se sube y se baja, pero al final se llega, disfruta pues, el recorrido y pégate a la vida, vive, ríe, canta, llora si es necesario, pero avanza, canta, baila y goza, porque con Dios, la vida es más sabrosa.
Por Juan Carlos Mendoza