Pasados 100 días del gobierno de Gustavo Petro se puede concluir que el gobierno inició con determinación, pese a la dificultad económica mundial que ha generado una preocupante volatilidad del dólar, un panorama en el que han incidido la guerra en Ucrania y los vientos de recesión que soplan en todas partes. Lo más seguro es que se mantenga.
De las primeras movidas del gobierno, algunas han sido discutibles y otras acertadas para marcar un ruta en temas de reformas. Las encuestas favorecen al presidente. Promediando las de CNC e Invamer, su favorabilidad puede llegar al 56%, algo positivo en Colombia, un país con tantos problemas y donde la gente exige resultados inmediatos.
Iniciemos con la reforma tributaria, un proyecto clave de su agenda para poder financiar e implementar sus programas sociales, que logró sacar muy rápido, lo que indica que tiene gobernabilidad en el Congreso.
El restablecimiento de las relaciones con Venezuela marca una diferencia para ambos países, que podrán hacer programas conjuntos de lucha contra el crimen y beneficiarse comercialmente. El proyecto ‘Paz total’ es una apuesta arrojada, pero va andando.
Los diálogos con el ELN serán difíciles pero es necesario adelantarlos; la llegada de José Félix Lafaurie tiene varias aristas, involucra a la derecha en la negociación y la resquebraja, muestra un talante conciliador y golpea a María Fernada Cabal, líder opositora, al meterse al rancho.
También eliminó los intereses de los créditos del Icetex, algo que venían reclamando los estudiantes desde hace muchos años. Inició un acuerdo muy importante con Fedegan sobre tierras y destapó la olla podrida de la SAE, el mayor escándalo de corrupción en mucho tiempo. Planteó, en sintonía con la ONU, el impuesto verde a las mineras.
Se sentó con Álvaro Uribe, algo clave, porque desactivó una oposición que podría acarrear problemas y quedó en manos de Fico Gutiérrez, María Fernanda Cábal, Miguel Uribe y Miguel Polo Polo, hasta ahora, con resultados lamentables.
Estamos viendo un presidente reformista, alejado de la izquierda fracasada, encarnada en Fidel, Chávez, Evo y Maduro, quienes no lograron estabilidad en sus países.
Petro comienza a erigirse como un líder Latinoaméricano, capaz de unificar una nueva visión antidrogas, que le planta cara a EEUU, que no se opuso a cambiar el enfoque, según expresó el embajador en Colombia; no en vano, Biden prácticamente legalizó el consumo de marihuana y exploran nuevas fórmulas para esa fracasada lucha.
En la ONU mostró un talante de estadista al reclamar al mundo más igualdad en temas de cambio climático y drogas. Su discurso ambientalista en la COP27 fue impactante, abogando por priorizar a la humanidad frente a las multinacionales, no creo que esto genere ningún cambio; pero sí lo ubica como un mandatario que no se queda las cosas calladas y promueve debates interesantes.
Sin embargo, debemos ser realistas, el llamado ‘Cambio’ o “vivir sabroso” no será tan real como muchos piensan, Colombia está cercada por la pobreza, la desigualdad y la violencia, que se traducen en desempleo, coca y muchos muertos.
Nos toca tener paciencia porque la debacle causada por la derecha en los últimos años no tiene precedentes. No quiero pensar como estuviera el país en manos de Fico o de Rodolfo Hernández. Ojalá Petro logre ajustar sus fichas en el gabinete, para articular una mejor coordinación en el gobierno y que podamos ver más victorias tempranas, sobre todo en el tema de inflación que tanto agobia a los colombianos en todos los frentes y en el manejo de la ola invernal que no está siendo bien atendida. En resumen: hasta ahora, a Petro le va bien.
Por Jacobo Solano