El martes los Estados Unidos eligieron su presidente, al momento de escribir este documento es poca la claridad que hay en ese resultado, probablemente al momento de leer ya esa situación se habrá definido. Muchas palabras se manejaron en esa confrontación política y se vio que muchos grupos afectaron dicha elección. Entre las discusiones más álgidas hay dos que sobresalen: las mentiras y el carácter de los candidatos. En teoría, ambos aspectos suponen unas de las grandes diferencias que existen entre los latinoamericanos no solo con ese país, sino también con muchos de los países europeos.
Al inicio de la pandemia se especuló mucho sobre qué tipo de visión sobresaldrá una vez terminen las cuarentenas y todas las restricciones a las que el virus nos ha sometido Esas visiones tienen mucho que ver con los temas que sobresalieron en la carrera política norteamericana, y todo ello de alguna manera funciona alrededor de los preceptos morales sobre los cuales se yergue la sociedad. Según la RAE, honor es la cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo. Observen que antes que la propia persona, esa definición le da primacía al prójimo.
Si se quiere establecer una cultura basada en el honor, es necesario revisar nuestra posición con respecto a esas visiones o posiciones morales tanto en la sociedad en general como en el sistema educativo en particular, puesto que lo que suceda con nuestros niños y jóvenes marcará en gran medida el país que tendremos en 20-30 años. Aquí, la respuesta tiene que ver directamente con ¿cuál es el perfil del alumno vallenato? Si nos detenemos a ver la gran cantidad de: “se hacen trabajos, monografías, tesis”, es posible que los principios morales sobre los que publican abiertamente esos avisos nos alejen mucho de aquella definición.
Una circunstancia que marca una gran diferencia con nuestras instituciones es el código de honor que se mantiene en muchas universidades extranjeras. El código de honor es un sistema que regulan completamente los estudiantes, desde las denuncias hasta las decisiones de suspensiones por un semestre o inclusive expulsión, todo recae en el cuerpo estudiantil. Hay un par de universidades en Colombia que han establecido un código de honor, no obstante es poco lo que se sabe de cómo se maneja y no hay registros de medidas extremas que hayan resultado de su aplicación.
Si quisiéramos popularizar un código en nuestra cultura, necesariamente tendría que pasar por la formación universitaria que a su vez sería la multiplicadora como efectivamente termina siéndolo hoy en día de un sistema que se aleja ostensiblemente de ese ideal. Tampoco podemos olvidar que para establecer un código necesariamente éste debe pasar por la familia como célula social, en última instancia allí es donde los niños forman sus valores con mayor solidez. Es un camino largo, pero posible y ante todo deseable, ¡Recorrámoslo!