Por: Valerio Mejía Araujo
“Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada; como el rocío que destila sobre la tierra” Salmos 72:6.
Varias veces aparecen en la Biblia la figura de las siegas del Rey. Nuestro Rey posee instrumentos con los que perpetuamente siega sus praderas. Así mismo, en nuestra vida diaria, somos segados y actuamos con heroicidad delante de la hoz del dolor, de las tijeras de las desilusiones y de la guadaña del desencanto.
El único método con el que se puede obtener un césped parejo y aterciopelado es segándolo repetidas veces. Y no hay otro medio para desarrollar la ternura, la serenidad de ánimo y la simpatía sino permitiendo que pasen sobre nosotros las guadañas de Dios.
Con mucha frecuencia la Biblia compara al hombre con la hierba y su gloria con la temporalidad de las flores. Pero cuando la hierba se ha secado, y sangran sus tiernas ramas; cuando reina la desolación donde había infinidad de flores; entonces, es el tiempo más favorable para nosotros, porque de seguro que descenderá la lluvia. Siempre que seamos visitados por la afilada guadaña, no temamos porque de seguro será seguida por la lluvia.
Los tiempos de siega, de dificultades y obstáculos son las maneras como Dios desafía nuestra fe. Cuando los tiempos de siega se nos atraviesan, debemos considerarlos como desafíos de fe, que debemos afrontar con la plenitud y suficiencia de Dios. Quizá seamos segados muchas veces y tengamos que esperar la lluvia temprana y la tardía para que destile sobre nuestras áreas de fracaso y de dolor; pero la final encontraremos la piedra quitada de nuestro camino y la lluvia descendiendo sobre nuestra hierba cortada.
Amados amigos lectores, las cosas más elevadas siempre están rodeadas por las cosas más difíciles. Para alcanzar aquellas metas nobles e insignes objetivos debemos escalar montañas, atravesar bosques y enfrentar carrozas de hierro. La siega y la opresión es el precio que hay que pagar por la exaltación. Las coronas del triunfo no siempre están tejidas con capullos de rosas y cordones de seda, sino – a veces- con señales sangrientas.
Creo que la siega que hoy soportamos, nos habilitará mañana para tener jardines hermosos en nuestra vida y nuestro diario quehacer.
No obstante, no esperemos ninguna situación ideal, dificultad romántica o salida lejana; sino levantémonos y enfrentemos las circunstancias actuales, con la certeza que la providencia divina está de nuestro lado, y al final, final, siempre saldremos victoriosos porque sabemos en quien hemos confiado.
Nuestra corona de gloria permanece escondida en las mismísimas entrañas de estas cosas, de estas aflicciones y pruebas que nos oprimen; de este mismo tiempo de siega y de dolor.
Contrario a lo que la mayoría de las personas piensa, las cosas peores no son aquellas que el mundo conoce; sino aquellas que surgen dentro de la intimidad de cada corazón y se alimentan de recuerdos, soledades y tormentos internos. En lo profundo de lo secreto de nuestra alma, hay un área de prueba, de siega, de aflicción, desconocida e invisible para muchos, menos para Dios quien todo lo ve. Esa es un área que no nos atreveríamos a mencionar y que nos cuesta trabajo soportar, área cuyo silencio produce mayor dolor que si la abriéramos y la dejáramos ir.
Allí, mis amados, en esa área de siega y de dolor, están nuestro gozo y nuestra corona.
Cuando la madre de Jacobo y Juan, junto con sus hijos, los hijos de Zebedeo, se postraron ante Jesús para pedirle que les concediese el mejor sitio en el reino, sentados uno a la derecha y otro a la izquierda; El Señor no rechazó su petición, sino que les dijo que se les concedería si podía hacer su trabajo y beber de su vaso y ser bautizados con su bautismo. ¿Acaso podremos competir con eso? Los mejores puestos, requieren los más grandes esfuerzos.
Esperemos la lluvia sobre la hierba cortada de nuestras áreas débiles y en conflicto. Esperemos que el rocío de Dios destile sobre nuestras áreas de dolor y de aflicción.
“Querido Señor: Ayúdanos a vencer y haz crecer la hierba verde sobre nuestras vidas. Amén.”
Te mando un abrazo de amor y la seguridad de la lluvia que hará crecer la hierba verde sobre ti.
valeriomejia@etb.net.co