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Como el oasis en los espejismos

El último comunicado conjunto de las delegaciones del Gobierno Nacional y las Farc-EP, me ha ocasionado esperanza pero también cierta inconformidad. En ese texto que surgió de La Habana el pasado 7 de octubre (el mismo día que Juan Manuel Santos obtuvo el Premio Nobel de Paz), la guerrilla reconoce la victoria del No, se compromete a revisar las propuestas de ajustes que se propongan sobre el Acuerdo Final y sostiene que seguirá con el cese al fuego.

Asimismo, acoge la idea de seguir avanzando en la búsqueda de personas dadas por desaparecidas, los programas de desminado humanitario, la sustitución voluntaria de cultivos de uso ilícito y la salida de menores de los campamentos. Sí, todos estos anuncios me resultan pertinentes e incluso fascinantes, pero al mismo tiempo me ocasionan suspicacia, pues admito que hace rato vengo sintiendo que las Farc-EP, se están rehusando a interpretar el querer de la gente.

Más allá de las tergiversaciones de algunos líderes del No y de las palabras desacertadas de Santos, las Farc-EP son las principales culpables de la derrota sorprendente del Sí. No solo porque aún inspiran miedo, enojo y sed de venganza, sino también porque les ha faltado tacto para conectarse con la realidad nacional y dimensionar que muchos colombianos no únicamente quieren que ellos dejen de dar plomo. Perdidos en el laberinto de la testarudez y el engreimiento, no han sido capaces de vislumbrar que tantos años de guerra han causado desconcierto y que tienen el reto de aclarar el sendero hacia la paz con un accionar menos mezquino.

Todos sus gestos de paz han sido más por presión política y social que por espontaneidad. Por ejemplo, si antes del plebiscito hubieran recorrido todo el país pidiéndole perdón de manera sincera a cada una de las víctimas del conflicto y de paso entregado a todos los menores que se encuentran en sus filas, estoy seguro que el resultado del 2 octubre hubiera sido distinto. Creen que están ofreciendo lo suficiente, lo justo, les cuesta demasiado comprender que un amplio sector espera más de ellos en términos de justicia, verdad y reparación.

Ahora que concibo esta columna no dejo de rememorar un poema de Mario Benedetti que se llama Desaparecidos:

“cuando empezaron a desaparecer
como el oasis en los espejismos
a desaparecer sin últimas palabras
tenían en sus manos los trocitos
de cosas que querían
están en algún sitio / estoy seguro
allá en el sur del alma
es posible que hayan extraviado la brújula
y hoy vaguen preguntando preguntando
dónde carajo queda el buen amor
porque vienen del odio”.

Señores de las Farc-EP, ustedes desaparecieron en las selvas, perdieron la brújula y ahora no saben dónde está el buen amor. De ahí que su conducta sea tan tacaña al momento de realizar más gestos de paz y que estén desenchufados de la voluntad del pueblo. Su nuevo lenguaje moderado y condescendiente me da esperanza, pero también inconformidad porque ha sido tardío y suspicacia porque hace falta ver que sus palabras se transformen en hechos. Colombia requiere que ustedes cedan más: ¡Dejen a un lado la insolencia y ajústense a la realidad! Se los dice alguien que cree en el dialogo como un medio para solucionar los problemas humanos, alguien que voto por el Sí.

 

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Carlos Cesar Silva: