Puedo asegurar que las pandemias tienen por objetivo principal asolar a los sectores más desvalidos de la sociedad por varias razones: son los más numerosos, los más obligados a buscar la vida fuera de sus casas, los que menos atención sanitaria reciben y los de menor defensa inmunológica por su precaria salud heredada en la trampa de la pobreza de muchos años donde la desnutrición hizo nido.
Y por error selectivo, aunque uno que otro poderoso caerá, muchos pobres morirán, permaneciendo intacta la concentrada distribución de la riqueza. Lo que se espera es que la pobreza y la miseria en el mundo crecerán; la dependencia económica, por escases del trabajo, aumentará. Ni los Estados ni los dueños de la riqueza tienen la fórmula y la voluntad para enfrentar la hecatombe que sigue. El mundo podría ser más errático, la delincuencia encontraría un caldo de cultivo; la naturaleza se quedaría sin defensores, fácil blanco de depredación; el planeta será de unos pocos. Antes de que el coronavirus se propagara en Europa, ya los capitales golondrinas emigraban buscando lugares “más seguros”, quizás bonos de los EE.UU.
Según el Instituto de Finanzas Internacionales, en los primeros 60 días del coronavirus, de las economías emergentes salieron USD87.000 millones, los llamados capitales golondrinas, la mal llamada inversión extranjera, la especulativa. Esta modalidad de inversión equivale al dicho: “Quien se viste con ropa ajena, en la calle lo desnudan”. En economía es difícil obtener gana-gana porque cuando alguien gana algo, otro lo ha perdido. Según la OIT, se pueden perder 195 millones de empleo y para la CEPAL, en América Latina la pobreza extrema tocará las puertas de 35 millones más de personas; para Asia y África se pronostican 50 millones.
Los ingleses dicen que el covid-19 ha sido el golpe más fuerte que ha recibido el Reino Unido en los últimos 300 años y, según expertos, ha sido el mayor golpe económico dado al mundo pese a no tener los muertos de la Segunda Guerra Mundial ni la destrucción física ocasionada por esta, no obstante que, hasta ahora, el número de contagios es, apenas, el 0.537 % y el número de muertes solo el 0.000368 % de la población mundial (11/05). La recuperación será lenta y de años, no se sabe cuántos; el Plan Marshall, para iniciar la recuperación de Europa duró 4 años.
Lo cierto es que los países pobres serán los grandes perdedores, en especial los que viven de la minería e hidrocarburos y mono exportadores; sus deudas deberían ser condonadas. La hambruna será peor que el mismo virus; en lo político, surgirán gobiernos de fuerza con caretas ‘democrateras’.
Por eso, un nuevo contrato socioeconómico tendrá que proponerse donde la agroindustria, la salud y la educación de calidad sean el centro y el sistema financiero al servicio de estos sectores. No es posible que la sociedad de consumo haya sido invadida en un año por 1.500 millones de smartphone mientras los hospitales no tienen respiradores asistidos.
El país tendrá que priorizar lo agropecuario y el Cesar centrarse en la agroindustria, tiene condiciones naturales para hacerlo. Valledupar tiene una fuente de riqueza y empleo con los acuíferos de la Terraza, 4.000 ha de frutales y hortalizas esperan con 7.000 empleos directos. Manos a la obra alcalde Mello Castro.