Por Silvia Betancourt Alliegro
Hago súplicas basadas en remembranzas, me he convertido en plañidera de los males que aquejan a la patria y al mundo, ya no tengo amigos, por ello leo más, medito y escribo conclusiones cortas, con las cuales aburro a desconocidos que leen esta columna para ‘coger’ sueño.
¿El tiempo se está acelerando o todo lo que nos acontece es debido a la etapa física por la que nos movemos? No lo sé, mi esqueleto reclama descanso, mas las noticias suculentas que suministra la vida y sus medios no me dejan concentrar en otra dimensión; es como si estuviera condenada a cadena perpetua de acontecimientos límites instantáneos que magnifican el presente, usando el pasado como pretexto para asistir a procedimientos perversos, de esos que al colectivo fascinan por la carga de maldad implícita.
Como este planeta pertenece a espíritus fríos, como los que tienen los políticos de casta y los dueños de medios, que son los que por su oficio galopan en el poder, logrando lo que se propongan, propiedades, viajes, negocios de guerra: la banca y el tráfico de personas y de armas; mientras nosotros, los de estrato resignado, nos consolamos diciendo que nada se llevarán cuando abandonen la materia.
Ellos saben que nos hacen vivir en el tiempo de la inseguridad, el oscurantismo se cierne sobre la especie, la libertad no está asegurada en ningún lugar, la esclavitud irremediablemente prevalecerá puesto que se deben resguardar las jerarquías –que hasta en el reino de los cielos hay-.
El tiempo es como un río eterno, dentro de doscientos años, lo que ahora nos parece temible calamidad, será un párrafo en los anales de la historia.
Fue Goethe quien habló del deber de la felicidad, dijo: “Una hora melancólica es una hora perdida”. Esta es una recomendación para la juventud en flor, para que una vez vadeado el océano de la vida, no tenga que hacerse reproches por haber despilfarrado las oportunidades, porque la felicidad se encuentra en todas partes, en todas las eras. La vida del humano sobre la tierra está sometida a pocas horas dichosas y años de afanes, zozobras y tribulaciones, es lo que nos han legado la tradición y las religiones.
A Federico Nietzsche se le ocurrió fundar un Sanatorio de Almas, en Venecia, incluso redactó algunas cláusulas, leamos:
. En el porvenir habrá, en primer lugar, numerosas instituciones en las cuales se podrá permanecer por un tiempo para hacer curas del alma; en ellas se combatirá la cólera, la molicie, etc.
. En segundo lugar, se habilitarán recursos contra el aburrimiento, es decir, en cualquier momento no se podrán escuchar conferencias u otros actos semejantes.
. En tercer lugar, se programarán con frecuencia fiestas en las cuales se reunirán muchas utopías particulares.
. En cuarto lugar, muchos individuos y grupos se comprometerán a no reclamar nunca el auxilio de la justicia.
En Colombia necesitamos algún seguidor de Nietzsche para que continúe redactando sus cláusulas inconclusas y que tenga poder de convocatoria, algún tuitero de esos interesantes e intelectuales que hay en mi TL puede servir…
@yastao