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Colomzuela

Colombia y Venezuela, países hermanos, están atravesando el mismo proceso: el de la toma paulatina del poder por parte del comunismo, más exactamente del socialismo del siglo XXI; lo que pasa es que transitan diferentes momentos del proceso. Veamos…

En ambos países la izquierda llegó al poder con mentiras, que fueron evidentes durante las campañas: en Venezuela eso sucedió en 1999 y en Colombia hace 2 años. En ambos escenarios se habla de posibles golpes de Estado y, lo más interesante, es que Chávez fraguó un golpe en la Venezuela de finales de los 90 y Petro se dedicó varios años al terrorismo desde el M-19 para avanzar en la toma del poder por la fuerza. Hoy, en ambos países, se despotrica de esos métodos usados por ellos mismos con anterioridad.

Ambos llegaron al poder usando una máscara de democracia, pero tienen claro que el negocio está en perpetuarse. Para eso, con el paso de los años y de una asamblea constituyente que permita calzarse los zapatos del Estado, cooptan lo púbico para que, cuando el pueblo los rechace y se canse, la misma estructura que han construido les garantice mantenerse en el poder. Petro, en la OEA, ha validado el fraude del domingo pasado, porque él planea hacer aquí exactamente lo mismo. ¡Ojo! Siguen vigentes sus videos en los que habla muy bien del liderazgo de Hugo Chávez y sus múltiples visitas a Maduro, abrazados, desde que preside el ejecutivo de Colombia. 

El CNE, máxima autoridad electoral de Venezuela, el medio para robarse las elecciones del 28 de julio, invitó a una sola magistrada del CNE de Colombia: la del Pacto Histórico, la señora Fabiola Márquez. Ella no aparece, no ha dicho nada sobre lo que vio y sucedió, ella fue a ver cómo es que se hacen las cosas para conjurar un fraude electoral; la señora fue invitada para validar el atraco y aprender cómo hacerlo. Las malas lenguas dicen que es emisaria de Petro y su actual fuente de comunicación con el régimen venezolano. 

En ambos países se daña el software o se pierden equipos que contienen información valiosa en la que se evidencian las fechorías de los 2. En Venezuela suspendieron la transmisión de datos para ganar tiempo y manipular los resultados y aquí se pierden los computadores de María Alejandra Benavides, asistente del ministro de Hacienda, y de Sandra Ortiz, ex alta consejera para las regiones; además de lo sucedido con el celular de Olmedo López, en el que “misteriosamente” se borró la información que compromete a los principales alfiles del gobierno Petro. 

Tanto Maduro como Petro siguen paso a paso las cartillas del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla. Mientras que en Colombia la toma total del poder es cuestión de tiempo -por eso debemos actuar cuanto antes y un paro nacional indefinido es la única opción que tenemos para que caiga el gobierno-, en Venezuela ya están en la fase en que la trampa permite perpetuarse cuando el pueblo se ha cansado del régimen. Aquí el régimen lo están montando, allá ya se montó y está sobreviviendo. La izquierda es sinónimo de dictadura, de absolutismo, si no, miren también a Cuba y Nicaragua; la izquierda implica pérdida de libertades y la construcción de regímenes que posan de democráticos, pero sólo mientras acceden al poder. En Venezuela sólo queda que la gente salga a las calles y exija que se respeten los verdaderos resultados de las elecciones, lo que el pueblo decidió.

Ahora Kamala Harris, como posible candidata demócrata, posa de enemiga de Maduro; su jefe, el señor Biden, es quien le dio oxígeno al régimen venezolano cuando estaba todo listo para su caída. Es una oportunista hipócrita, ella es causa directa de lo que está pasando en el país vecino. No nos dejemos confundir, al pan, pan y al vino, vino.

Venezolanos: tómense las calles, paralicen el país, luchen por sus ideales, defiendan lo poco que queda con sus vidas si es necesario. Aquí los apoyamos y nos preparamos para hacer lo mismo.

Colombianos: la pelea es peleando, vamos con toda, quedan 2 años de tragedia y lo que pasa con el vecino es suficiente para no dudar en luchar contra el gobierno Petro.

Por Jorge Eduardo Ávila.

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