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Colombia, una falsa democracia

Si ubicamos a Colombia dentro del concierto de las democracias del mundo, encontramos que la nuestra es una fachada detrás de la cual acecha alevosamente un Estado gendarme que cada 4 años pone en la Casa de Nariño a un chofer para que conduzca los designios del país por una senda destapada en cuya vera se esconden los dueños de la casta que lo dirige; allí se agazapan los asaltantes del erario y los francotiradores de todo tipo dizque en nombre de la Constitución, apoyados por las armas legales e ilegales; de ahí surge el concepto de paramilitarismo, rama del poder que se encarga del trabajo sucio, ex cátedra de los cánones de los derechos humanos. 

Con esta lógica, millones de compatriotas fueron desalojados de sus propiedades o masacrados dentro de ellas, todo en nombre de la falacia de que existe un enemigo interno al que se debe combatir. Este fenómeno se llama expropiación por la vía rápida. Las catilinarias de nuestro gobierno contra el venezolano son la aplicación de uno de los principios de Gobbels de asignarle al enemigo el perfil que uno mismo tiene.

En Venezuela, si bien hay actos de autoritarismo, allá no ocurren masacres ni muertes sistemáticas al adversario; tampoco chuzadas, ya se supiera. 

En Colombia, en este periodo de gobierno, todos los poderes básicos son manejados desde la casa de “Nari”, por lo tanto no existe democracia, que no consiste solo en realizar elecciones a las que muchas veces les meten la mano, como sucedió con las pasadas para el Congreso: el que escruta gana, siempre se ha dicho. La Registraduría y el CNE son también, apéndices del Estado. Cuando se rompe el equilibrio entre los poderes aparecen los excesos; si el presidencialismo es la base del poder, el Estado pasa a ser la dominación de una clase sobre otras; la participación de militares cuestionando candidatos a la presidencia es preocupante; consignas patrioteras como “ajuá”, un mantra militar, son intimidantes y constituyen un grito de guerra. ¡Hi Hitler! Zapateiro no ha respondido sí acatará los resultados electorales en el caso de que gane Petro; quien calla otorga. El golpe está servido y solo los EE.UU podrían disuadirlo, prueba de fuego para ellos: o apoyo a las dictaduras o respaldo a la democracia; la doble moral no alcanza. La arbitraria persecución contra Daniel Quintero, por el supuesto apoyo a un candidato alternativo como Petro, después de una fallida revocatoria, indica que se agotaron los argumentos y que la constitución no existe. 

A un Estado mafioso y enemigo de las libertades, incluso las de opinión, lo único que le sirve para mantener el poder es la trampa electoral y la guerra, esa que otorga condecoraciones y ascensos a los que la hacen; el concepto de “ejército glorioso”, es superlativo, el heroísmo se conquista, no se decreta. 

La revelación de los “falsos positivos” y el narcotráfico minaron la credibilidad de las FF.MM y es una lástima porque deben estar por encima de toda sospecha. Los ejércitos deben estar al lado de la sociedad toda, no de una élite.

Con razón decía Mao que el poder está en el cañón de los fusiles; quien las tenga es dueño de todo, hasta de la dignidad, la independencia y la posesión de tierras. Los gobiernos de la mal llamada seguridad democrática volvieron trizas los acuerdos de paz, solo la JEP subsiste pero  asediada y maltrecha igual que algunos PDET poniendo muertos. Las guerras son el negocio que más dinero mueve en el mundo; algunos países desarrollados, autocampeones de la democracia, las propician para vender sus armas en cuyo ejercicio se impone la ley del más fuerte. ¡Petro presidente!

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